7/23/2009

Paranoia: entre Bukowski, el desamor y la melancolía

Dos palabras se entrecruzan en el primer disco de Paranoia: desamor y hastío. El proyecto, de cierta forma heredero de la banda De Pésimo a Mediocre, construye un trabajo compuesto por 10 canciones de 34 minutos de duración, conectadas a través de extractos de diversos tangos, como "Tabernero" o "Bebamos buen amigo".

También hay varios guiños -más allá del explícito homenaje en una de las canciones- al escritor estadounidense Charles Bukowski, en el sentido en que la banda reivindica la melancolía. La que vinculan no sólo al (des)amor, sino también dentro de un nivel más existencial.

Personalmente, valoro la inclusión de este tipo de recursos. Sobre todo, de los tangos, ya que le otorga frescura al LP y gatilla cierta curiosidad a quienes -entre los que me incluyo- no están familiarizados con ese tipo de composiciones.

El disco parte con "Paranoia", canción que da el nombre a la banda. Es una canción triste, casi resignada. De cierta forma, se asemeja, con sus evidentes distancias, a "Escupiré Jodidos" de El Último Ke Zierre. En este caso se desarrolla a nivel lírico, mucho más el lado que justifica esa sensación orgullosa de continuar, pese a las adversidades de la vida. "Pero aún sigo aquí", pronuncian.

Musicalmente, se percibe a Loquero, al primer Leusemia, y a los Ramones de los setenta, flotando entre los acordes de la placa.

En el caso de "Invierno", la agrupación da sus primeros esbozos a la idea del desamor, matizada con un clima musical melancólico, la que inevitablemente me trae a la cabeza el "Lágrimas y Desconsuelos" de Sin Perdón, disco en el que Rorro, vocalista de Paranoia, participó y compuso la citada canción.

El recuerdo reaparece en el cover de "Eterna Ausencia" -también de su autoría-, tercera canción del citado disco de Sin Perdón grabado en Noviembre de 2001, la que está interpretada muy fiel a la versión original.

Más covers aparecerán dentro de la placa. Uno de ellos es "Los Puntitos". En este caso, Paranoia revitaliza la versión original de De Pésimo a Mediocre, con un claro énfasis en la batería y en un solo de guitarra, el que refuerza el sentimiento de angustia presente dentro de la canción.

El desamor se abandona por un momento en"Kid Stardust", a mi juicio, el momento más alto del disco.

Con su explícito guiño a Charles Bukowski, la canción retrata el hastío y desgano de la rutina, la misma que sufría Chinaski en el matadero mientras cargaba terneros y le arrojaban pedazos de jamón en su rostro, porque estaba demasiado deprimido para encontrar un trabajo convencional. Tiene un aire al clásico de Leusemia "Al colegio no voy más". Ambos temas desprecian las promesas de la educación como canalizador de los sueños. Linda canción.

En el caso de "Es verdad", se retoma la temática vinculada al amor, que también se aprecia en "Paul Newman", en donde la banda abandona momentaneamente el clásico beat ramonero y explora una sonoridad algo más densa, la que se complementa con una sentida declaración de despecho. "Todos los que son borrachos no es por el gusto de serlo, sólo Dios conoce el alma que palpita en cada ebrio", se escucha al finalizar la canción.

"Húmedo Mirar" es otra reversión de la desaparecida agrupación De Pésimo a Mediocre, muy punk-rocker en lo musical. Seguida a ella, aparece el cover de una conocida agrupación capitalina. El tema elegido es "Borracho" de Fiskales Ad-hok, del homónimo de 1991. El que, pese a estar ejecutado de forma correcta y con algunas reminiscencias a los Dead Kennedys, perfectamente podría haberse reemplazado por una canción inédita de la banda.

Ya en el final, la agrupación interpreta "Nunca te fuiste", versión acústica de otro tema del disco Pesimín (2003) de la citada banda De Pésimo a Mediocre.

En síntesis, un buen trabajo. Celebro la intención de reivindicar la melancolía, no como un concepto mimetizado con el consumo y el lagrimón fácil, tan utilizado como recurso para mantener viva a la agonizante industria musical.

Acá Paranoia va por la vía opuesta. Entendiendo ese estado emocional, junto con el despecho y la tristeza, no como los únicos sentimientos que impregnan al ser humano, pero sí como elementos de la vida, que por su complejidad y por lo recurrentes, inevitablemente constituyen fuentes vivas e inagotables de inspiración. Y eso se valora.

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