"Yo no analizo jamás, me limito a reaccionar... yo ando con todos mis prejuicios. Jamás intento mejorarme o aprender algo. No soy uno que aprende, soy uno que evita"
Charles Bukowski
La primera vez que escuché el nombre Charles Bukowski fue en una canción de Red Hot Chili Peppers, era como el año 1992. A mi hermana le prestaron el Blood Sugar Sex Magik y a mí me voló la cabeza. Escuché ese disco mil veces, trataba de aprender las canciones y sus letras. Fue entonces que entre una de ellas apareció el nombre de Bukowski.
Por Paula M.
Lo siguiente fue más o menos por el mismo año. Mi hermana de nuevo, empezó a rayar con Henry Miller. No sé si fue porque vio Cabo de Miedo o porque en mi casa estaba una versión de Trópico de Cáncer, que ahora tengo yo muy bien conservada.
La cosa es que la acompañé a comprar a una librería en el nuevo shopping que se había instalado en la comuna de la Florida otro libro de dicho autor.
El punto es que yo mirando libros, sin darme cuenta, me encontré de pronto en la sección de adultos de la librería, y vi nuevamente un libro de Bukowski, con un nombre aún más sugerente que el propio nombre del autor: Hijo de Satanás.
Cuento esto porque creo haber sentido por primera vez la irresistible necesidad de tener un libro. De pronto, alguien le pregunta a mi hermana si yo andaba con ella y que de ser así, me sacara inmediatamente del lugar donde yo estaba. Aún se sentía la dictadura por cierto.
Pasaron los años, los viajes, y las bandas, pues Red Hot Chili Peppers dejó de gustarme. Empecé a leer seriamente autores que podía tener al alcance, la mayoría clásicos, ya que la gran parte de los libros a los que podía acceder eran de propiedad de mi abuela. Hasta que apareció nuevamente Bukowski en mi vida.
Mi gusto había andado más bien por gente como Dostoievski, Oscar Wilde o Balzac, por lo que había ignorado olímpicamente a cualquier autor norteamericano que no fuera Whitman o Allan Poe. Pero fue la partida de un novio, con quien leía toda esta literatura, lo que me hizo querer cambiar radicalmente mis lecturas, por lo que entré en una librería dispuesta a comprar cualquier cosa, y lo primero que apareció fue, Peleando a la contra, una recopilación de poemas y relatos breves que van configurando una suerte de biografía de Chinaski, el alter ego de Bukowski.
En ese tiempo vivía en una pieza miserable de la casa de un tío, pues no quería volver a mi hogar paterno. En ese cuarto tenía una radio, una botillería a una cuadra, y televisión por cable. Lo que para una niña de 17 años, recién salida del colegio como yo, esto estaba más que bien.
Lo demás fue mi enamoramiento de Chinaski, lo que genero un amor especial también por la botillería que quedaba a una cuadra de mi habitación. Es bien probable que mi abuela me haya contagiado su bovarismo y yo no lo haya sabido en ese tiempo. Demás está decir que en mi caso vino un segundo despertar sexual.
Recordando la vez que le pidieron a mi hermana que me sacaran de la sección de adultos en la librería, por mi mente pasaron mil ideas respecto a que era lo que escribía Bukowski, por lo que también eso me forjó una opinión meramente circunstancial respecto a lo peligroso que podía ser un libro. Opinión que ahora la siento reafirmada después de conocer casos radicales de personas que caen en situaciones extremas por gracia o desgracia de la literatura.
Como, por ejemplo, Carlos Vergara, un amigo de hace algunos años, que ya tenía a su haber más de ciento sesenta libros usurpados de diferentes librerías (con el tiempo he conocido a personas que llevan bastante más que eso), pero lo que hacia especial a Carlos era su fijación por las obras completas, por lo que decir ciento sesenta es decir bastante.
Tal vez donde estará este señor, espero que si lo han agarrado, le permitan poder llevar al menos algo de sus libros, sobre todo las obras completas de Baudelaire, que sé que le costó mucho trabajo y planificación poder obtenerlo.
El robo de libro, habría que decirlo, no es algo que pueda recomendar, pues compromete mucho. Pero si tus deseos son incontenibles, es mejor que leas bien a Allan Poe, Chandler y Bolaño.
Hay un caso contado por nuestro poeta, Premio Nacional, Raúl Zurita, de la vez que lo cazaron robando libros, que por cierto no eran para su propia lectura, sino para sobrevivir, debido a que eran caros textos científicos que vendía a los estudiantes de Medicina y que le ayudaban para seguir día a día. Cuenta Zurita que cuando lo agarraron le prohibieron entrar a cualquier librería. ¿Habrá sentido el poeta Zurita lo mismo que yo, cuando me alejaron de la sección de adultos?
Desde la primera vez que leí por fin a Bukowski hasta el día de hoy ha pasado ya bastante tiempo. Si bien ya no es de mis autores favoritos, creo que al menos inició en mí una curiosidad enorme y que se convirtió en paradoja, cuando supe que a Bukowski le cargaba el rock. Y pensar que de esa manera yo supe por vez primera de él.
Charles Bukowski
La primera vez que escuché el nombre Charles Bukowski fue en una canción de Red Hot Chili Peppers, era como el año 1992. A mi hermana le prestaron el Blood Sugar Sex Magik y a mí me voló la cabeza. Escuché ese disco mil veces, trataba de aprender las canciones y sus letras. Fue entonces que entre una de ellas apareció el nombre de Bukowski.
Por Paula M.
Lo siguiente fue más o menos por el mismo año. Mi hermana de nuevo, empezó a rayar con Henry Miller. No sé si fue porque vio Cabo de Miedo o porque en mi casa estaba una versión de Trópico de Cáncer, que ahora tengo yo muy bien conservada.
La cosa es que la acompañé a comprar a una librería en el nuevo shopping que se había instalado en la comuna de la Florida otro libro de dicho autor.
El punto es que yo mirando libros, sin darme cuenta, me encontré de pronto en la sección de adultos de la librería, y vi nuevamente un libro de Bukowski, con un nombre aún más sugerente que el propio nombre del autor: Hijo de Satanás.
Cuento esto porque creo haber sentido por primera vez la irresistible necesidad de tener un libro. De pronto, alguien le pregunta a mi hermana si yo andaba con ella y que de ser así, me sacara inmediatamente del lugar donde yo estaba. Aún se sentía la dictadura por cierto.
Pasaron los años, los viajes, y las bandas, pues Red Hot Chili Peppers dejó de gustarme. Empecé a leer seriamente autores que podía tener al alcance, la mayoría clásicos, ya que la gran parte de los libros a los que podía acceder eran de propiedad de mi abuela. Hasta que apareció nuevamente Bukowski en mi vida.
Mi gusto había andado más bien por gente como Dostoievski, Oscar Wilde o Balzac, por lo que había ignorado olímpicamente a cualquier autor norteamericano que no fuera Whitman o Allan Poe. Pero fue la partida de un novio, con quien leía toda esta literatura, lo que me hizo querer cambiar radicalmente mis lecturas, por lo que entré en una librería dispuesta a comprar cualquier cosa, y lo primero que apareció fue, Peleando a la contra, una recopilación de poemas y relatos breves que van configurando una suerte de biografía de Chinaski, el alter ego de Bukowski.
En ese tiempo vivía en una pieza miserable de la casa de un tío, pues no quería volver a mi hogar paterno. En ese cuarto tenía una radio, una botillería a una cuadra, y televisión por cable. Lo que para una niña de 17 años, recién salida del colegio como yo, esto estaba más que bien.
Lo demás fue mi enamoramiento de Chinaski, lo que genero un amor especial también por la botillería que quedaba a una cuadra de mi habitación. Es bien probable que mi abuela me haya contagiado su bovarismo y yo no lo haya sabido en ese tiempo. Demás está decir que en mi caso vino un segundo despertar sexual.
Recordando la vez que le pidieron a mi hermana que me sacaran de la sección de adultos en la librería, por mi mente pasaron mil ideas respecto a que era lo que escribía Bukowski, por lo que también eso me forjó una opinión meramente circunstancial respecto a lo peligroso que podía ser un libro. Opinión que ahora la siento reafirmada después de conocer casos radicales de personas que caen en situaciones extremas por gracia o desgracia de la literatura.
Como, por ejemplo, Carlos Vergara, un amigo de hace algunos años, que ya tenía a su haber más de ciento sesenta libros usurpados de diferentes librerías (con el tiempo he conocido a personas que llevan bastante más que eso), pero lo que hacia especial a Carlos era su fijación por las obras completas, por lo que decir ciento sesenta es decir bastante.
Tal vez donde estará este señor, espero que si lo han agarrado, le permitan poder llevar al menos algo de sus libros, sobre todo las obras completas de Baudelaire, que sé que le costó mucho trabajo y planificación poder obtenerlo.
El robo de libro, habría que decirlo, no es algo que pueda recomendar, pues compromete mucho. Pero si tus deseos son incontenibles, es mejor que leas bien a Allan Poe, Chandler y Bolaño.
Hay un caso contado por nuestro poeta, Premio Nacional, Raúl Zurita, de la vez que lo cazaron robando libros, que por cierto no eran para su propia lectura, sino para sobrevivir, debido a que eran caros textos científicos que vendía a los estudiantes de Medicina y que le ayudaban para seguir día a día. Cuenta Zurita que cuando lo agarraron le prohibieron entrar a cualquier librería. ¿Habrá sentido el poeta Zurita lo mismo que yo, cuando me alejaron de la sección de adultos?
Desde la primera vez que leí por fin a Bukowski hasta el día de hoy ha pasado ya bastante tiempo. Si bien ya no es de mis autores favoritos, creo que al menos inició en mí una curiosidad enorme y que se convirtió en paradoja, cuando supe que a Bukowski le cargaba el rock. Y pensar que de esa manera yo supe por vez primera de él.