1/31/2006

¿Eduardo Colombo, en Chile?




(Por Simón Ramone)



Me parece importante afrontar el concepto de anarquía con inteligencia. Esa que aleje la palabra de tanta mentira moldeable y poco crítica con la sociedad actual. Eso: sociedad actual.

Siguiendo esta idea: Eduardo Colombo estuvo en Chile. Puede que pocos lo conozcan, ya que el marco teórico del anarquismo actual, se limita a un par de europeos del siglo XIX e innumerables textos dogmáticos, aburridos y monótonos.

¿Dónde estoy? En un lindo auditorio de la Universidad de Chile. Visualmente era divertido ver a un filósofo anarquista con una bandera chilena de fondo. Muy loco. Sentado, impaciente y algo traspirado: Colombo toma la palabra. Antes de él, una serie de muchachxs se dedicaron a alabar de forma preocupante sus ideas.

Lo más destacado, de esos discursos previos, ocurrió cuando Rubén Prieto, autor de la portada del libro que se estaba presentando (“El espacio político de la anarquía”), dejó fluir inspiradas palabras.

Primero, afirmó que estas letritas juguetonas, son esenciales en el desarrollo de la vida humana. Sin palabras, sin ese barquito sin puerto, sería imposible cualquier divagación en busca de una vida algo más agradable.

Además, dejó en claro el poder liberador que puede y debe tener el arte. Las imágenes tienen que mimetizarse con las ideas. Esa imagen, según su voz segura y certera, es previa a la idea (el famoso eidos de Platón). Los hombres – decía – se refugian y dibujan-. Intentan comprender la realidad en base a dibujos que calman, que tranquilizan.

Por otra parte, esos dibujos, capaces de dar respuestas, pueden correr el riesgo de transformarse en peligrosos dogmas. Algo así como “la dictadura del cuadrado”. El fundamento – según Prieto – era marginarse de esa religión estilística.

Lo fundamental es notar que el arte no es una parte humana ingenua y vacía. Puede, al igual que la filosofía, legitimar los actuales (y pasados) sistemas de dominación, que son bastante variados y difusos. Prieto lo intenta, al menos intenta superar esa barrera molesta.

¿Pero por qué me extiendo tanto con Prieto? Porque su forma de ver el arte es interesante y se conecta muy bien con las ideas anarquistas. Su alejamiento de esa rectitud, se desmarca de forma inteligente de esa dominación voluntaria. El libro, las imágenes – dice –tienen la capacidad de apretar el gatillo y disparar. Pero: la pólvora la ponemos nosotros.

Para finalizar – antes de ser cortado brutalmente – sentencia: “El arte y el pensar, juntos, hacen visible lo que es”. Exacto: podemos ver ese poder oculto y difuso. Depende sólo de nosotrxs. Ahora le toca a Colombo.

¿Colombo? ¿Quién es Eduardo Colombo?

En 1929 nace en Quilmes, Argentina. Médico de profesión. Además de ejercer como destacado profesor de Psicología Social, fue redactor durante varios años de una revista de orientación anarquista llamada “Protesta”. No se quedó sólo en lindas palabras combativas, ya que fue militante de la federación obrero-anarquista Argentina. Debe exiliarse en París, Francia, debido al golpe militar argentino. Allá, es el responsable de formar “La linterna”, otro espacio de difusión de ideas anarquistas. Actualmente, sigue residiendo en Francia y colabora en “Reflexión”.

Miro a Colombo. Se ve viejo y algo cansado. No es una simple impresión momentánea: efectivamente está cansado. Ha sido un viaje largo y tedioso. Comienza su reflexión.

Para partir, realiza una pequeña introducción sobre el anarquismo en Chile. Historia vieja – comenta – Actualmente, está recomenzando en las nuevas generaciones. Aunque – afirma – Las ideas no aparecen, siempre están.“ Es un hilo rojo que recorre la historia”. Lo rojo, claro, es un simple alcance metafórico.

Comenta un hecho destacado, que ha sido omitido de la mayoría de los textos que se dicen llamar de historia. Esto ocurrió en 1952, cuando los obreros de FORA (Federación Obrera Regional Argentina), específicamente los sindicalistas portuarios, iniciaron una intensa huelga. Esta, fue detenida, y más encima, silenciada por Perón, que se encontraba en su primer mandato. No conforme con esto, decide encarcelar a un número relevante de obreros. Perón, ingenuamente, viaja a Chile.

Ya en Chile, se encuentra con Ibáñez, que lo recibe con todos los honores y más palabrerías irrelevantes. Lo que no esperaba era una fuerte respuesta a los sucesos de la FORA por parte de facciones de la CUT. ¿Facciones? Exacto, esas facciones estaban conformadas por anarquistas. Fue tal la presión – comenta – que Perón tuvo que ceder y así liberar a los sindicalistas. Había sido una pequeña gran victoria, por cierto, que poca gente recuerda.

¿Pero a qué vino Colombo a Chile? ¿A maravillarnos con sus datos curiosos y relevadores? Puede ser, pero su estadía en Chile tenía una intencionalidad mucho más específica: presentar su libro “El espacio político de la anarquía”.

Comienza explicando una serie de conceptos, muchas veces obviados y asumidos como absolutos por la mayoría de los supuestos intelectuales. Realiza una diferencia entre idea y acción, además de anarquía y anarquismo. La anarquía es el “ideal”, en cambio, el anarquismo es el movimiento político, que con sus aciertos y brutales equivocaciones, ha logrado mantenerse en el tiempo.

Colombo divaga. ¿Dónde podemos ver los primeros esbozos de ideas que se acerquen hacia la anarquía? No existen mayores dudas: entre los filósofos griegos y, sobre todo, entre las ideas sofistas.

Se me viene a la cabeza Mekano, Rojo y un par de cantantes de plástico. No sé por qué. Puede que hasta sea grave, porque puedo desviar el tema que estoy abordando. Pero no: tiene total conexión con el anarquismo. ¿Existe el anarquismo en medio de tanto baile populista y sentimientos envasados? Exacto, el gran engaño, muy bien usado por lo demás, es hacer creer que el anarquismo no observa toda esa vida plastificada. Sí, el anarquismo observa y cuestiona. No se opone a la historia humana, como tratan de afirmar filósofos con intereses comprometidos. Está ahí, esperando su momento, esperando su momento.

Pero sigamos. ¿Se puede decir que comienza en algún momento el anarquismo? Sí, podemos decirlo. ¿Dónde? En la Primera Internacional. Pero, ¿estos principios vienen de algún suceso específico? Muy bien, de “La revolución francesa”. Ahí, a pesar de todos sus errores y desviaciones equivocadas, por primera vez se manifiesta de forma abierta y casi desesperada, la necesidad de la igualdad . Colombo – sin titubeos – nos dice que la libertad, en ningún caso puede existir sin la igualdad, sin igualdad, es privilegio.

Quiero seguir con la Primera Internacional. Entre 1830 y 1848 comienzan las intenciones de conformar un movimiento político consistente y viable. A pesar de todos los engaños históricos, Marx, el célebre filósofo y teórico materialista, no tenía mayoría dentro del organismo. Pero su influencia fue tan grande, que logró su objetivo: imponer la acción política de los partidos. Las intenciones anarquistas, pensando en el principio federativo, la abolición del salario, fueron marginadas de forma irreversible. ¿Da penita? No sé. Bakunin y los federalistas tendrían que seguir esperando.

Vuelvo, no sé por qué , a lo que decía Colombo sobre los conceptos. La anarquía, como decía más arriba, es la utopía, el soñador innato que no tiene un lugar específico para mantenerse en pie. En cambio, el anarquismo, es la realidad del movimiento histórico. Que, a pesar del estereotipo de posicionarlo dentro de una forma olvidada de terrorismo, es un elemento central en cientos de países.

“Vivimos en opresión, imaginamos un mundo nuevo. La utopía es la negación de lo que es. La realidad presente, del que imagina la utopía, la condiciona”. Lo que trata de demostrar, es que todas las clásicas suposiciones, que yo también tengo, de que el ideal es perjudicial, no pueden estar más erradas. Para él, el ideal es el que mueve al hombre, lo impulsa. Tal como lo dice el mini cuento de Galeano (“¿para que sirve la utopía?; pues para eso, para caminar”).

Dejando de lado las palabrillas, se adentra en relación al determinismo histórico. ¿Existe? Para Colombo, la respuesta es negativa. Todos los valores, desde no le pegues a la planta o compra como desgraciado, son valores históricos, o sea, pueden ser modificados, y por cierto: impuestos.

Colombo propone el relativismo radical, lo que define como la esencia misma del pensamiento anarquista. “No hay división horizontal del más allá y de aquí”. Citando al sofista más famoso de la antigua Grecia, Protágoras. Dice que no se deben aceptar las trascendencias ocultas, llámese religión o infinidades de teorías que se basan en esto, como el liberalismo.

“El hombre es producto de la sociedad, de la historia, de un momento. A partir de esta lucha aparecen los valores”. Tiene sentido, ya que ese absolutismo que ingenuamente hace pensar que todo siempre ha sido así, no puede estar más alejado de la realidad. Y puede comprobarse en cualquier ámbito, desde temas tan banales como la belleza humana hasta las formas en que se conciben términos como la democracia o la política.

Pero esto puede volverse tedioso, y sí: fome. Por momentos eso pasó en la charla de Eduardo Colombo. ¿Qué puede importarme a mí toda esta palabrería ácrata? A mí, claro, me preocupa y me interesa...¿pero al resto? Pensando en que esto puede volverse aburrido, me voy a remitir a un pasaje interesante, y bastante de moda en relación al anarquismo: el Estado. ¿Qué pasa con el Estado? ¿Por qué tanto odio?

Primero, para Colombo, es importante entender que antes del siglo XV, no existía el concepto de Estado, era un simple anacronismo. Antes, se podían divisar Teocracias, Imperios, etc. Lo curioso, para el filósofo, es lo que ocurre con las instituciones. Puedes pensar en la Iglesia, un par de lo que sea, etc. ¿ Qué es una institución? Eso mismo, lo que está instituido, por lo que se usa de forma un poco extraña, un sentido positivo. A pesar de ser creada por el hombre, aparece como si ella, la institución, fuera la responsable de dar las reglas. ¿El Estado? Sí, también forma parte de este jueguito.

Colombo no se resigna. Para él, toda esta apatía, que podría definirse como nihilismo o simple estupidez, proviene de una disociación con todo lo que existe, con todo lo que el mismo hombre ha creado (bueno, lo que algunos hombres han creado).

Primero, se separa el más allá de la realidad del hombre. La ley no promueve la autonomía, sino que se enmarca en lo heterónomo, o sea, una ley que es dictada por los dioses, jamás por el hombre. Sería, lo que él llama “desposesión original”.

Segundo, el hombre se desposee de su capacidad simbólica. Lo sagrado toma posesión sobre la tierra. Adquiere un espacio físico.

Sigo pensando que esto es tedioso, pero tiene que ser afrontado. Las piedras deben esperar un par de minutos. ¿Y el Estado? Sigue presente. Al crear un espacio físico, al cual rendirle culto y más encima, que tome posesión sobre las acciones terrenales, se crea una división no horizontal, en la cual unos deciden, y otros obedecen. “Cuando se forma una elite que decide por el colectivo humano, aparece el poder político” – afirma Colombo. El sujeto, el mismo de “El Príncipe”, se encuentra sumiso hacia la autoridad, que a pesar de que sea expuesta como legítima, promueve, a través de hechos, el sometimiento humano. Esto no es tan complejo, tiene que ver con no hacerte cargo de problemáticas y asuntos que son de tu importancia, pero que gracias a este poder político terminan decidiéndose dentro de poquitas manos. Es una apatía inducida, y además, aceptada sin mayores reparos.

Muy interesante. Sigo mirando a Colombo. Pienso que él es un filósofo, pero no entiendo porqué desprecia tanto a los que suelen llamarse con esos eruditos adjetivos. Argumenta que toda la filosofía política, sobre todo la usada por la Ilustración, tiene la finalidad de coaccionar a los miembros de una sociedad. Vuelve a las diferenciaciones etimológicas, que usa durante toda su exposición.

Usa el término arqué, que significa principio, origen. Además, emplea el concepto, cratos, que significa poder. Arqué, el que tomaba una decisión, Cratos, la fuerza del uno sobre el otro. ¿Por qué se usó Cratos para la palabra democracia? ¿Existe un engaño desde la misma palabra que induce a una jerarquización? Curioso.

¿Qué pasa entre el poder y la autoridad? El poder puede usarse entre dos terminologías. Primero, puede verse como la capacidad de producir efectos, como el poder del fuego. Segundo, puede ser visto como una forma de dominación, que incluye una capacidad jerárquica. La autoridad puede ser vista como una relación de obediencia o de autoridad moral. Colombo cita a Bakunin, que reconoce la autoridad del zapatero, pero además resalta que no está propuesta una relación de jerarquía, sino de horizontalidad en busca de algo tan básico como la convivencia.

Lo que trata de demostrar Colombo, en medio de toda esta compleja exposición de ideas, es que esa jerarquía, tan usada en casa momento, no viene instituida. Lo que ocurre, es que se han creado instituciones que las reafirman y legitiman, que constantemente socializan a las personas, impidiendo cualquier cuestionamiento serio y creíble.

La solución que da Colombo es terminar con estas representaciones, con esta expropiación del poder político, con esta separación de mundos que terminan dominando tu vida a través de realidades inexistentes y sí, hacerse cargo de cada instante de esto que suelen llamarle vida. La democracia directa, es lo único que puede producir un giro a este ciclo que por momentos parece eternizante. La voluntad colectiva- dice- debe volver a ocupar el lugar que le ha sido arrebatado por la modernidad.

Para finalizar, concluye con dos definiciones de representación, palabra más que conflictiva. Primero, usa el ejemplo de una representación teatral, en la cual el juego se hace presente. Puedo ser representado por otro. Hace como si fuera yo. Segundo, utiliza a la democracia, que también, dice estar representada. Colombo, igual de arriesgado que en toda la charla, dice que en la práctica, la democracia representativa, abole la representación política. Es imposible delegar tus derechos, ya que a pesar de toda la ingenuidad del mundo existente, esos representantes también quieren conservar los suyos.

El pueblo, al igual que en las plazas públicas de Atenas, es el que debe decidir, ese es el origen de la democracia directa. Pero, afirma – no debemos ser ingenuos, la democracia representativa, que tanto se promueve como la única vía de igualdad, está en oposición con los principios democráticos. Tal como dice Rosseau: “no se puede delegar la voluntad”. A pesar de todos los intentos de políticos mentirosos, es imposible.

Sin darme cuenta, a Colombo le cortan el micrófono. Un par de risas que apelaban a lo extenso que fue la charla del filósofo, dan por terminada la exposición de ideas.

Me molestó un poco esa pedantería de ni siquiera avisar el término de la charla, ¿habrán estado aburridos? Nunca se sabe, entre todo lo que Colombo intenta combatir, puede que muchos de los actuales anarquistas comprometidos estén ya atrapados en toda esta masa de valores modernos. Bye bye.

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