5/11/2006

¿¿Violadores en Chile??

Los Violadores en Chile
(Por Simòn Ramone)

Junto a
Cadena Perpetua
Sábado 6 de Mayo 2006
La Batuta
23:00

La sensación que se apoderó de mi cuerpo cuando supe que los Violadores estarían en Chile es indescriptible. Un frío helado rozó mi cuello y los ojos brillaron de algazara. Aunque sonara raro: Los Violadores venían a Chile. ¿En serio, los Violadores en Chile?

Los días pasaban. La sonrisa no pensaba en escaparse de mi cara nerviosa. Meditando un poco, surge por mi cerebro una duda inevitable: ¿Viene Stuka, guitarrista y compositor emblemático de la banda? La respuesta era lógica: no. Por segundos (mínimos), me decepcioné. Stuka representaba ese espíritu político y ácido dentro de la banda. Su ausencia, intentando pasar “piola”, me dejó con una sensación de sospecha. Incluso le envié un mail al manager de los Violadores. Su respuesta fue la siguiente: “Stuka sigue en EEUU viviendo su vida y no tiene en los planes volver a la banda, aunque nos encantaría a todos. Simplemente cuando viene por unos días toca de invitado, nada más. Igual no te desanimes, que la banda esta sonando espectacular.” Me aferré a sus palabras, corrí a comprar la entrada.

Ya estoy en la Batuta. Mientras me congelo en medio de una fila que comienza tímidamente a agrandarse, noto una escena curiosa, bastante curiosa: la heterogeneidad del público violador. Veo cuarentones ejecutivos, punkies con más de treinta años sobre el cuerpo y, por supuesto, los sub-18. Ya adentro de la Batuta, no parábamos de reírnos de la escena bizarra que protagonizaron los cuarentones ejecutivos. Se encontraban en una especie de éxtasis: su grupo de moda de los 80 venía a Chile. Por supuesto, las fotos en sus camaritas digitales no podían estar ausentes.

La noche se inicia con Cadena Perpetua. La última vez que vinieron a este pedazo de tierra también tocaron en la Batuta. No por aspirar a una especie de status rockero taquilla, sino porque su actuación principal, de ese año 2002 (Festipunk junto a Miserables, Fiscales Ad Hoc, etc), se vio truncada por el paro de micreros. Al menos había que justificar los pasajes. Ahora regresaban, invitados por Piltrafa y compañía.

El espectáculo que dieron fue impecable, ya que a pesar de que poca gente los conocía, generaron un clima de complicidad pocas veces visto. Se escucharon muchos de sus himnos, como los extraídos del album “Largas Noches” y de su última producción: “Malas Costumbres”. Incluso, se dieron el lujo de invitar al escenario al guitarrista de Fiscales Ad-Hoc.

La impaciencia volvía a apoderarse de los asistentes. Los creadores de África Beat, los intérpretes de Aburrido, Divertido, los responsables de introducirle al Punk su sello latinoamericano: estaban a punto de posicionarse frente a nuestros ojos. El Niño en bajo, Tucán en guitarra, Sergio Vall en batería y Piltrafa en voz, estaban sobre nuestras cabezas. Al son de “violador, violador, vamos violador”, comienzan los acordes de Violadores de la Ley. Pocas veces me han golpeado tanto. La necesidad de destruir la garganta, la necesidad de impregnarse con esas tres notas aceleradas: obligaban a saltar, gritar, cabecear y mimetizarse junto a las vivencias de una de las pocas bandas que ha captado el tan manoseado sentido de “lo latino”.

Se escucharon temas de casi todos los discos. “Sin ataduras”, la mítica canción de “¿Y ahora qué pasa, eh?”, reventó mis oídos y me devolvió esa sensación de asombro, que a mi pesar, parecía casi perdida. Mientras el público literalmente se mataba entre gritos, entre los coros que no terminan de emocionarme, mientras las manos golpeaban la espalda de Tucán y Pil: todos parecíamos amigos, por un momento esos ejecutivos cuarentones, esos punkies treintones, esos adolescentes aún atrapados por un optimismo lleno de sueños luminosos, fueron capaces de mirarse.

Casi 19 años sin vernos – decía Pil. Este dato es erróneo. En 1997 Stuka junto a Piltrafa revivieron a la leyenda, a través del proyecto Stuk@Pil, en el Teatro Providencia. Lo que invoca Piltrafa es la emotividad. En 1987 realizaron su mítico show en Fantasilandia, en donde más de 10.000 personas pedían el tema Represión, entre escupitajos contra la dictadura. El “y va a caer” todavía persigue los recuerdos de los Violadores, siendo un momento difícil de olvidar. Por cierto, lo recordaron, trayendo de vuelta esa de rebeldía auténtica que no piensa en detenerse.

Poco importaba lo borracho que pudiera estar Pil, poco importaba lo incoherente que pudiera sonar el discurso entre canción y canción, poco importaba que Stuka no estuviera tocando los temas bajo su autoría: esos eran los Violadores. Esa magia llena de una soberbia tan propia del punkrock, esa denuncia constante hacia un entorno cada día más frío y hostil, esa necesidad de ser sincero, de explorar hasta los últimos rincones de la esencia humana: estuvieron ese 6 de mayo en la Batuta.

Nada ni nadie nos puede doblegar, Sentimiento Fatal, La era del corregidor, el famoso comunicado que nunca llegó sobre la derrota en la Guerra de las Malvinas (166) se apoderaron de nuestros oídos. Es cierto, faltó Somos Latinoamérica o Viva la Revolution, la increíble adaptación de los DTH. Pero poco importaba. Lo que se generó esa noche, en esa hora y media de recital: fue irrepetible.

¿Les gusta la música clásica? – gritaba Pil, augurando el inicio de 1,2 Ultraviolento (el tema, que por seguro, iban a ver los cuarentones ejecutivos). Los drugos salían de las cloacas, el hombre mecanizado se volvía a apoderar de las calles, el lenguaje nadsat resurgía de nuestras gargantas.

Gracias, buenas noches – decía Pil.

Puede que muchos sigan relacionando al punk con Green Day, o con cualquier grupo de moda oportunista, pero lo realizado por los Violadores aquel sábado aún mantiene viva la esperanza. El punk sigue siendo actitud, sigue teniendo viva propia, ajena a todos los vaivenes de la comercialidad de plástico. Lo importante es detectarlo, porque sigue escupiendo, sigue confirmando que somos más que una simple naranja mecánica.

¡Punk, carajo!

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