Manu Chao en Santiago de Chile
(segundo concierto, realizado en la Estación Mapocho)
Viernes 24 de Marzo
21: 00 hrs
(segundo concierto, realizado en la Estación Mapocho)
Viernes 24 de Marzo
21: 00 hrs
Años tuve que esperar para ver a Manu Chao. Cómo todavía no formo parte de los punkies treintones, mi reducida edad durante la mayoría de los conciertos en los noventa me impidió ver, por ejemplo, el mítico concierto del francés en el Teatro Monumental. A pesar de esto: lo esperé. Cómo no llegaba, lo seguí esperando. Se aparecieron muchos “emblemáticos” durante esos años. Desde Fermín Muguruza haciendo reggae y dub (extraño, pero manteniendo sus letras políticas de siempre), hasta Fidel Nadal haciendo canciones a las que ni siquiera me referiré. ¿Y Manu? Nada.
Pero como – casi – toda espera tiene su recompensa: Manu Chao por fin volvía a Chile. Ya no sólo limitado al típico centralismo (muy propio de culturas pseudo-occidentales) de realizar conciertos en Santiago, sino extendiendo sus acordes hacia Concepción.
Un elemento interesante de su visita, que además de confirmar mi nula astucia, tiene que ver con el fuerte compromiso social que tiene Manu Chao con los pueblos alrededor del mundo. Pero ojo: no es simple retórica barata. Manu lo demuestra con acciones que jamás que quedan en la foto de bolsillo o con la sonrisa en la institución de turno. ¿Qué tipo de acciones? Haciendo lo único que sabe: interpretando canciones.
Para los que intuían la realización de estos recitales – uno en apoyo a las escuela de la Pintana y el otro en conmemoración del día del joven combatiente en Villa Francia – sabían que no serían defraudados. Una lluvia de colores y discursos en apoyo a los presos políticos aparecieron en La Pintana, e intuyo, que en Villa Francia. Pero como ya tenía mi entrada para la Estación Mapocho, mis letras se desarrollarían hacia otro lado.
Ordenaditos: como en el colegio – decía un estúpido paco, tratando de demostrar algo de autoridad que acá, por lo menos, no tenía. La fila se hace larga, claramente, porque la ubicación en la que me disponía a presenciar el concierto no era la “preferencial” (la de cómo quince lucas). Mientras nos revisan cada parte del cuerpo y nos bombardean con papelitos de quien sabe que ONG, por fin sentimos esa extraña sensación tan propia de los conciertos con alguna vinculación hacia el Punk. Digo “alguna vinculación” porque el público de Manu Chao no era exclusivamente punk. Ni siquiera se veían punks. Era una simbiosis entre rastas, hiphoperos, reggetoneros 2006 y más de algún lana pasado de moda.
Pero dejando de lado estas estúpidas y estereotipadas diferenciaciones, la audiencia iba a hacerse parte de un universo tan impropio de la música embasada de turno. Iban a escuchar sonidos que jamás serán respetados y promovidos por dudosas cadenas de televisión. Iban a ver un pedacito de la leyenda llamada Mano Negra – el baterista también formaba parte de los creadores de Señor Matanza- y por cierto, de las cada día más necesarias melodías de Manu.
Mientras la impaciencia ya no daba más, se sube un grupo Hip Hop, si no me equivoco, de La Pincoya. Con fuerte crítica social, pero acompañadas con unas bases que no lograron prender al público, se despidieron sin pena ni gloria. Incluso, seres egocéntricos que sólo buscan satisfacer sus propios deseos y necesidades inmediatas, pifiaron y le gritaron “chaoo” a la aperrada banda hiphop. Acá no discuto la calidad o no del grupo, pero mínimo escuchemos otras propuestas que no provengan de reiterativos (y cansadores) hits radiales sin ninguna substancia. Pero ya venía Manu, calmando la ignorancia de los naturales hijos de Mtv.
Sin mayores presentaciones aparece – el escritor chileno – Pedro Lemebel. “Como no quererlo” – decía, refiriéndose a Manu Chao-. Recordaba su participación en la Piojera, en su concierto del Martes pasado en La Pintana y , además, su constante apoyo a causas sociales. Además, remarcando, en una frontal diferencia en comparación con los “artistas” convencionales, de que todas sus propuestas se desarrollan desde las bases. Esas temidas por pseudos intelectuales con toques de sensibilidad. que no son capaces de salirse de su burbuja de soluciones estructurales. Por fin: venía Manu Chao.
Intentar hacer una cronología de los temas ejecutados esa noche de Marzo sería mentir y jugar con la credibilidad de cada una de estas palabritas. Pero se me vienen a la cabeza, por ejemplo, “Mala Vida”, la clásica canción de Mano Negra, esta vez, interpretada sin las imponentes trompetas presentes en el disco en vivo “Radio Bemba Sound System”. O cuando Manu – sin el acompañamiento del acordeón – interpreta “Minha Galera”. Fue un mar de luces y sensaciones que no son fáciles de olvidar. Las canciones de Chao vuelan y se incrustan en lo más profundo de esa esquiva sensibilidad en cada unx de nosotrxs. No se puede ser indiferente ante los temas interpretados ese día .
“Si la tierra tiembla, nadie se va a salvar” – decía Manu. Por fin sonaba “Machine Gun”, otro clásico de Mano Negra. Entremedio de esta fusión ska-punk-reggae, que te invitaban a poguear precedido de relajadas melodías, se podía sentir esa necesidad de canciones que representan ese espíritu (no me gusta la palabra, pero esto no es un texto filosófico) tan necesario en la música, y sobre todo, en las tan vilipendiadas expresiones artísticas actuales, llenas de pedantería y ausencia de una mínima sinceridad.
Buenas noches Santiago, pase lo que pase, sea lo que sea – decía Manu Chao, antes de abandonar el escenario. No puedo olvidar las distintas intervenciones que circularon en medio del escenario, como los discursos en apoyo a los Presos Políticos Mapuches, o la necesidad de mantener una memoria histórica reflejada en los actos culturales en Villa Francia.
Fueron más de dos horas de música. Vibraciones, percusiones, sueños, pequeñas esperanzas que te empujan a creer que un mundo un poco mejor se puede construir: se mimetizaron con cada uno de los presentes. Lo importante, que creo que resume un poco el pensamiento de Manu Chao, es que nunca es tarde. Cualquier cambio, desde uno social hasta pequeñas actitudes inmediatas, no dependen sólo del otro o de mí o de ti, sino de nosotros, de los molestos y urgentes nosotros.
Que siga aullando la música sincera y necesaria: que siga aullando Manu Chao
Pero como – casi – toda espera tiene su recompensa: Manu Chao por fin volvía a Chile. Ya no sólo limitado al típico centralismo (muy propio de culturas pseudo-occidentales) de realizar conciertos en Santiago, sino extendiendo sus acordes hacia Concepción.
Un elemento interesante de su visita, que además de confirmar mi nula astucia, tiene que ver con el fuerte compromiso social que tiene Manu Chao con los pueblos alrededor del mundo. Pero ojo: no es simple retórica barata. Manu lo demuestra con acciones que jamás que quedan en la foto de bolsillo o con la sonrisa en la institución de turno. ¿Qué tipo de acciones? Haciendo lo único que sabe: interpretando canciones.
Para los que intuían la realización de estos recitales – uno en apoyo a las escuela de la Pintana y el otro en conmemoración del día del joven combatiente en Villa Francia – sabían que no serían defraudados. Una lluvia de colores y discursos en apoyo a los presos políticos aparecieron en La Pintana, e intuyo, que en Villa Francia. Pero como ya tenía mi entrada para la Estación Mapocho, mis letras se desarrollarían hacia otro lado.
Ordenaditos: como en el colegio – decía un estúpido paco, tratando de demostrar algo de autoridad que acá, por lo menos, no tenía. La fila se hace larga, claramente, porque la ubicación en la que me disponía a presenciar el concierto no era la “preferencial” (la de cómo quince lucas). Mientras nos revisan cada parte del cuerpo y nos bombardean con papelitos de quien sabe que ONG, por fin sentimos esa extraña sensación tan propia de los conciertos con alguna vinculación hacia el Punk. Digo “alguna vinculación” porque el público de Manu Chao no era exclusivamente punk. Ni siquiera se veían punks. Era una simbiosis entre rastas, hiphoperos, reggetoneros 2006 y más de algún lana pasado de moda.
Pero dejando de lado estas estúpidas y estereotipadas diferenciaciones, la audiencia iba a hacerse parte de un universo tan impropio de la música embasada de turno. Iban a escuchar sonidos que jamás serán respetados y promovidos por dudosas cadenas de televisión. Iban a ver un pedacito de la leyenda llamada Mano Negra – el baterista también formaba parte de los creadores de Señor Matanza- y por cierto, de las cada día más necesarias melodías de Manu.
Mientras la impaciencia ya no daba más, se sube un grupo Hip Hop, si no me equivoco, de La Pincoya. Con fuerte crítica social, pero acompañadas con unas bases que no lograron prender al público, se despidieron sin pena ni gloria. Incluso, seres egocéntricos que sólo buscan satisfacer sus propios deseos y necesidades inmediatas, pifiaron y le gritaron “chaoo” a la aperrada banda hiphop. Acá no discuto la calidad o no del grupo, pero mínimo escuchemos otras propuestas que no provengan de reiterativos (y cansadores) hits radiales sin ninguna substancia. Pero ya venía Manu, calmando la ignorancia de los naturales hijos de Mtv.
Sin mayores presentaciones aparece – el escritor chileno – Pedro Lemebel. “Como no quererlo” – decía, refiriéndose a Manu Chao-. Recordaba su participación en la Piojera, en su concierto del Martes pasado en La Pintana y , además, su constante apoyo a causas sociales. Además, remarcando, en una frontal diferencia en comparación con los “artistas” convencionales, de que todas sus propuestas se desarrollan desde las bases. Esas temidas por pseudos intelectuales con toques de sensibilidad. que no son capaces de salirse de su burbuja de soluciones estructurales. Por fin: venía Manu Chao.
Intentar hacer una cronología de los temas ejecutados esa noche de Marzo sería mentir y jugar con la credibilidad de cada una de estas palabritas. Pero se me vienen a la cabeza, por ejemplo, “Mala Vida”, la clásica canción de Mano Negra, esta vez, interpretada sin las imponentes trompetas presentes en el disco en vivo “Radio Bemba Sound System”. O cuando Manu – sin el acompañamiento del acordeón – interpreta “Minha Galera”. Fue un mar de luces y sensaciones que no son fáciles de olvidar. Las canciones de Chao vuelan y se incrustan en lo más profundo de esa esquiva sensibilidad en cada unx de nosotrxs. No se puede ser indiferente ante los temas interpretados ese día .
“Si la tierra tiembla, nadie se va a salvar” – decía Manu. Por fin sonaba “Machine Gun”, otro clásico de Mano Negra. Entremedio de esta fusión ska-punk-reggae, que te invitaban a poguear precedido de relajadas melodías, se podía sentir esa necesidad de canciones que representan ese espíritu (no me gusta la palabra, pero esto no es un texto filosófico) tan necesario en la música, y sobre todo, en las tan vilipendiadas expresiones artísticas actuales, llenas de pedantería y ausencia de una mínima sinceridad.
Buenas noches Santiago, pase lo que pase, sea lo que sea – decía Manu Chao, antes de abandonar el escenario. No puedo olvidar las distintas intervenciones que circularon en medio del escenario, como los discursos en apoyo a los Presos Políticos Mapuches, o la necesidad de mantener una memoria histórica reflejada en los actos culturales en Villa Francia.
Fueron más de dos horas de música. Vibraciones, percusiones, sueños, pequeñas esperanzas que te empujan a creer que un mundo un poco mejor se puede construir: se mimetizaron con cada uno de los presentes. Lo importante, que creo que resume un poco el pensamiento de Manu Chao, es que nunca es tarde. Cualquier cambio, desde uno social hasta pequeñas actitudes inmediatas, no dependen sólo del otro o de mí o de ti, sino de nosotros, de los molestos y urgentes nosotros.
Que siga aullando la música sincera y necesaria: que siga aullando Manu Chao