El genocidio de Rwanda jamás existió para la sociedad occidental. Las más de 800 mil personas asesinadas mediante machetes, cuchillos y cuanta arma rudimentaria exista, nunca saldrán en sentidos discursos de mandatarios occidentales, que berborrean casi todas las tardes sobre los valores de la democracia y lo necesario de su implementación -casi siempre mediante invasiones-.
El problema no es que el genocidio exista o no exista, la dificultad de la visualización de este es que los rwandeses, como sujetos, como personas: no existen.
En el documental Shake Hands with the Devil, sobre el general Dallaire, máxima autoridad militar de la ONU en Rwanda y que cuenta con un pequeño homenaje en la hollywoodense cinta Hotel Rwanda, se ve atado de manos cuando el Consejo de Seguridad le niega hasta el cansancio que no intervenga en la protección de tutsis rwandeses.
Las potencias occidentales, alineadas en la Unión Europea o en cuanto organismo multilateral exista, dicen clarito en el documental que no existe ningún interés estratégico en el país africano, por lo que era razonable que la ONU no interviniera en la incontrolable rivalidad étnica entre tutsis y hutus, que de cierta forma las mismas potencias iniciaron mediante el colonialismo belga. ¿Cual era la misión de la ONU en el país africano? Simplemente defender a ciudadanos europeos blancos, ya que su muerte podría generar "serios problemas diplomáticos".
Es la hipocrecía del mundo occidental, que realiza bellos y emotivos discursos sobre la paz que necesita Colombia, que alaba la independencia de Kosovo, que apoya al Dalai Lama en el Tíbet, pero al momento de realizar algún tipo de acción concreta, que no implique matar civiles inocentes, sino defenderlos, las potencias, coherentes con su naturaleza, se hacen a un lado, privilegiando intereses económicos, o como ellos los llaman eufemísticamente, simplemente estratégicos.
Nadie lloró el dolor de Rwanda en estos 14 años además de ellos mismos y nadie lo hará. A lo mejor reviven uno de esos conciertos contra la pobreza pro África, en donde veríamos otra vez una serie de consignas vacías en busca de promover valores universales -abstractos- que nadie identifica. Ojalá, que esta vez, Madonna y Coldplay se queden en sus casas. También pueden enfocar sus escasos minutos en el manoseado calentamiento global. Rwanda, por lo menos, no los necesita.