No voy a mentir y empezar a decir que la primera vez que vi a Attaque 77 fue en el Teatro Esmeralda o en la Blondie en la primera mitad de los noventa. Esa no es mi generación ni tengo un interés nostálgico de formar parte de esa época.
Me conformo con la mía, esa de principios de siglo XXI que todavía se alimentaba de pequeños pincelazos punk-rockers que se resistían a morir, en medio del aggro, del pop o de otro estilo de turno que quiso apoderarse de gran parte de la juventud. Puede que lo haya logrado, da lo mismo, pero el punk siguió vivo por esos años. Consiguió traspasar y mantenerse vigente pese a las modas que nada tenían que ver con lo que proponía esta cultura musical nacida en Londres.
Porque aunque muchos insistan en la ambiguedad del punk, quizás debido a una especie de autodefensa, que busca justificar ciertas mutaciones personales, el punk sigue siendo uno sólo, pese a los cientos de matices que aparecen al lado de definiciones de estilo de algunas bandas actuales.
El punk tiene mucho de inocencia, de ternura, de un legítimo sentimiento de inconformidad, pero acompañado de una inexplicable sensación de optimismo. No en el mundo, ni en la sociedad, ni en el sistema ni en el enemigo de turno que seguramente te encanta apuntar. Es otro tipo de optimismo, que la mayoría de las veces aparece cuando suenan esos tres acordes que nos siguen gustando tanto.
El otro día leía en esas supuestas páginas alternativas una crítica muy dura a lo básico del punk. "El bajo y la guitarra hacen los mismos acordes" -decía un joven-. Me dio mucha risa, porque significa que no entiendes nada sobre el punk. Significa que nunca has estado en un pogo o que nunca escuchaste el primer disco en vivo de Attaque 77, ese que suena tan punk-rock pero a la vez tan limpio. Significa que has perdido la capacidad de asombro. Significa, muy a mi pesar, que poco a poco el punk está dejando de tener sentido. Por lo menos en las nuevas generaciones, acostumbradas a hacer un click y apoderarse de años y años de historia. Si no te gusta, muy fácil: se borra. Tiempos de mierda.