"Joe Strummer, un viejo amigo, me dijo que antes de morir tenía que venir a Chile", decía Julien Temple en la Plaza Camilo Mori cerca de las 22.25 del 15 de Diciembre, en medio de la introducción del estreno del documental Madness: The liberty of Norton Folgate (2009).
Las breves palabras iniciales del cineasta dieron paso a su trabajo de 64 minutos realizado con Luke Cresswell, que se presentaba en el contexto del Festival In-Edit Nescafé.
Dentro del material, el también responsable de Punk Can Take It, expone, mediante una propuesta audiovisual con su sello distintivo -que condensa con el mismo nivel de importancia el aspecto estético junto al contenido-, el regreso discográfico de la agrupación ska londinense formada en 1979.
Y no es cualquier retorno: son 10 años sin editar un disco en estudio. Por lo que Temple no escatima recursos en transmitir la trascendencia de esta situación.
Zona liberada
El material condensa las tres presentaciones que la banda realizó en el mítico Hackney Empire Theatre en Junio de 2008. Ahí Madness presentó el ya mencionado The Liberty of Norton Folgate.
El título está inspirado en una de esas curiosidades de la legislación británica, en donde una pequeña zona en el este de Londres poseía distintas leyes al resto de las normativas municipales, siendo administrada por sus propios residentes.
La confluencia en el lugar de artistas, incluyendo al célebre poeta Christopher Marlowe, simbolizaba el espíritu libre e independiente de Londres, en contraposición a las imposiciones de la corona isabelina. Todo esto duró hasta 1900.
Temple juega con esta reminiscencia, recreando una historia que se vislumbra entre canción y canción de la presentación de la agrupación, dándole un cariz poético y simbólico a las letras de esta.
Sólo para fanáticos
Un problema que tiene el material es que sólo se circunscribe a un público que tiene cierto conocimiento sobre Madness. Alguien que no conozca la historia del ska ni de revival del 2 Tone que iniciaran Chris Foreman y cía a finales de los setenta, poco va a entender de lo que está viendo a través de la pantalla.
Una introducción, con un mínimo de contexto sobre la agrupación, no habría molestado en lo más mínimo.
Además, a diferencia de otros trabajos de su autoría, como The Filth and The Fury o The Future Is Unwritten, en donde hay una preocupación central en profundizar en las historias de sus protagonistas. acá Temple sólo focaliza sus esfuerzos en exponer a los espectadores la vitalidad y significación de las canciones de la banda. Algo, que en todo caso, ya hizo en There'll Always Be an England (2008) sobre el regreso de los Sex Pistols.
Esto lo lleva a cabo utilizando el mencionado relato paralelo, que reconstruye el imaginario del desaparecido espacio liberado y de notables planos audiovisuales, tanto de la banda como del público enfervorizado en el recinto.
En general es un buen trabajo. Muestra la vigencia en los escenarios de una verdadera leyenda de la música inglesa. Al mismo tiempo, detalla, con ese sentido del arte ajeno a lo superfluo y con substancia que obsesiona a Temple, ese lado poco visibilizado de Londres. Ese con sus amores, sus sueños y sus cíclicas frustraciones, las mismas que transitaban en medio de sus polvorientas calles hace más de cinco siglos.
Las breves palabras iniciales del cineasta dieron paso a su trabajo de 64 minutos realizado con Luke Cresswell, que se presentaba en el contexto del Festival In-Edit Nescafé.
Dentro del material, el también responsable de Punk Can Take It, expone, mediante una propuesta audiovisual con su sello distintivo -que condensa con el mismo nivel de importancia el aspecto estético junto al contenido-, el regreso discográfico de la agrupación ska londinense formada en 1979.
Y no es cualquier retorno: son 10 años sin editar un disco en estudio. Por lo que Temple no escatima recursos en transmitir la trascendencia de esta situación.
Zona liberada
El material condensa las tres presentaciones que la banda realizó en el mítico Hackney Empire Theatre en Junio de 2008. Ahí Madness presentó el ya mencionado The Liberty of Norton Folgate.
El título está inspirado en una de esas curiosidades de la legislación británica, en donde una pequeña zona en el este de Londres poseía distintas leyes al resto de las normativas municipales, siendo administrada por sus propios residentes.
La confluencia en el lugar de artistas, incluyendo al célebre poeta Christopher Marlowe, simbolizaba el espíritu libre e independiente de Londres, en contraposición a las imposiciones de la corona isabelina. Todo esto duró hasta 1900.
Temple juega con esta reminiscencia, recreando una historia que se vislumbra entre canción y canción de la presentación de la agrupación, dándole un cariz poético y simbólico a las letras de esta.
Sólo para fanáticos
Un problema que tiene el material es que sólo se circunscribe a un público que tiene cierto conocimiento sobre Madness. Alguien que no conozca la historia del ska ni de revival del 2 Tone que iniciaran Chris Foreman y cía a finales de los setenta, poco va a entender de lo que está viendo a través de la pantalla.
Una introducción, con un mínimo de contexto sobre la agrupación, no habría molestado en lo más mínimo.
Además, a diferencia de otros trabajos de su autoría, como The Filth and The Fury o The Future Is Unwritten, en donde hay una preocupación central en profundizar en las historias de sus protagonistas. acá Temple sólo focaliza sus esfuerzos en exponer a los espectadores la vitalidad y significación de las canciones de la banda. Algo, que en todo caso, ya hizo en There'll Always Be an England (2008) sobre el regreso de los Sex Pistols.
Esto lo lleva a cabo utilizando el mencionado relato paralelo, que reconstruye el imaginario del desaparecido espacio liberado y de notables planos audiovisuales, tanto de la banda como del público enfervorizado en el recinto.
En general es un buen trabajo. Muestra la vigencia en los escenarios de una verdadera leyenda de la música inglesa. Al mismo tiempo, detalla, con ese sentido del arte ajeno a lo superfluo y con substancia que obsesiona a Temple, ese lado poco visibilizado de Londres. Ese con sus amores, sus sueños y sus cíclicas frustraciones, las mismas que transitaban en medio de sus polvorientas calles hace más de cinco siglos.