Ricky Espinosa debería estar vivo. Así impediría la continuidad de la patética caricatura que se ha fabricado en torno a su legado, más preocupada de idealizar su adicción a las drogas que de recordar su prosa inteligente y sensible, inundada de melancolía, humor e ironía.
Ya tendría retumbando en nuestros oídos reflexiones mordaces sobre la mierda de mundo en que vivimos. No eludiría ningún tema. Pasaría por el despecho, las traiciones, la angustia existencial, hasta adentrarse en los pequeños destellos de alegría que te entrega la vida. Tampoco eludiría las injusticias de este mundo, que con total tranquilidad observa como trabajadores chinos que fabrican Ipods se suicidan todos los días.
Se te extraña, Ricky. Hasta siempre.
Ya tendría retumbando en nuestros oídos reflexiones mordaces sobre la mierda de mundo en que vivimos. No eludiría ningún tema. Pasaría por el despecho, las traiciones, la angustia existencial, hasta adentrarse en los pequeños destellos de alegría que te entrega la vida. Tampoco eludiría las injusticias de este mundo, que con total tranquilidad observa como trabajadores chinos que fabrican Ipods se suicidan todos los días.
Se te extraña, Ricky. Hasta siempre.