10/16/2005

¿Bukowski?


Moscar de Bar

(Por Simòn Ramone)

Los críticos de cine son gente peligrosa. Ya que me produce miedo sus ataques selectivos, prefiero marginarme de tanta pedantería. Prefiero ver una película. Prefiero ver una película.

¿Qué es el Bar Enrique?

"Las ciudades son las hijas del miedo, del miedo a la selva. Ya en el trazado descubrís que la rectitud que tiene la ciudad: las calles, las esquinas, las manzanas, las veredas... está todo construído para que un burro ciego camine por ellas.

El bar es; son los últimos pantanos de la selva. Ese último lugar donde existe el riesgo... ¿Qué es lo que no es el bar? Es el lugar donde cuchi-cuchi va construyendo esa pequeña vida que te deja el respirar la ciudad y en donde tenés que conformarte con "haber si tenés hijos" o "escribís un libro"...

El bar es la última oferta de la eternidad, la última oferta de la libertad. El peligro a que pierdas tu novia, a que te enojes con tu amigo, a que aparezcan personas desconocidas.

Yo creo que el bar es eso... no digo la selva, pero por lo menos el bosque que le queda a la ciudad..."

(Enrique Symms en Mosca de Bar, de 2 Minutos)


A: ¿Cómo escribir sobre el mítico viejo indecente sin caer en lo predecible? ¿Cómo estructurar palabras sin caer en la melancolía barata?

B: Es imposible.

Bukowski, ¿Conoces a Bukowski? Pero claro, el mismísimo Henry Chinaski. La mosca de bar hecha carne por las calles de California. Muchas novelas. Muchos cuentos. Mucha poesía. Muy bonito, pero...¿guionista? Exacto. Charles Bukowski colaboró con un guión para llevar a la pantalla a Chinaski, su natural alter-ego. ¿Resultado? Una película interesante. No llega a límites de maestría, pero por momentos roba esa sonrisa placentera que siempre producen los textos de este (denominado por los ingenuos alternativos del momento) escritor maldito. Se llama Barfly, que podría entenderse como Mosca de Bar.

Chinaski se levanta. Chinaski camina rumbo al bar. Chinaski pelea con el cantinero que siempre ha detestado. Chinaski deja caer la sangre sobre su ropa y detiene el pensamiento, detiene el pensamiento. Chinaski recibe un baso de Whisky. Chinaski disfruta del líquido mientras atraviesa sus adolorida garganta. Chinaski no tiene miedo. Chinaski ve pasar los días y no tiene miedo. Chinaski no puede tener miedo.

Pocas veces es de día. Nunca es de día. Las veredas se mimetizan con lo predecible de las avenidas. Chinaski pasa. Henry camina con su piel que no soporta el contacto con el sol. Se quema con el sol. Cae porque todavía no soporta el sol. Chinaski escribe. No por buscar figuración mediática en palabras frías y poco cercanas: Chinaski escribe porque escribe. Chinaski vive porque vive. No busca justificaciones en donde no existen respuestas. Chinaski simplemente deja pasar los días porque sabe que siempre seguirán pasando. Uno, dos, tres. Y así, y así.

Aunque se dude: Chinaski se puede enamorar. Es cierto, podría interpretarse como un recurso clásico de llantos programados. Podría, claro que podría. Pero no, Chinaski siente. Chinaski es capaz de abrazar. Chinaski puede acariciar esa brisa tan agradable, tan agradable. También caen un par de botellazos. Un cuchillo se asoma por las tripas que todavía no entienden lo que pasó. Duele un poco, siempre duele un poco. Pero sí, sabe que no está sólo. Por más que vea en estas calles, por más que vea en esas calles: no está solo. Y los días siguen pasando. Pero el conteo no sigue en soledad. Uno, dos, tres. Corre mientras la luna observa y se ríe a carcajadas. Corre mientras unas sirenas derrotadas aullan su complacencia meditada.

Chinaski no se vende. Nunca por defender principios que se evaporan con billetes sabrosos. Chinaski no se vende, porque no puede venderse. Chinaski se ahoga con las calles. Chinaski renace en los bares. Chinaski no busca encerrarse en barrotes de metales, Chinaski disfruta viviendo a través de espejismos reales. La tinta se sigue gastando, poca gente se entera de esas metáforas que no son metáforas. Poca gente se entera de esos versos que nunca buscaron complacer a niños insensibles.

Mientras las noches siguen cayendo. Mientras las caras no se miran, no se miran. Sé que Chinaski, sé que Bukowski todavía está ahí. Todavía sigue disfrutando de ese aire robado. Todavía es capaz de llorar, todavía es capaz de reír. Y no puede parar de reírse. Con su botella en la mano, aún es incapaz de detener esa mirada tan humana, tan viva: tan Bukowski.

Chinaski intuía que mister supremo tenía algunas impresiones sobre lo que pasa por esto que llaman vida. En
No soy Shakespeare vomita: '' como dijo Dios, cruzándose de piernas: veo que he creado muchos poetas pero no tanta poesía."

Sigue teniendo razón. Afortunadamente sigue teniendo razón. Total, el placer de sentir aún no se detiende. Aún no se detiene.

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