2/21/2006

¿Humberto Maturana?

¿Humberto Maturana?

(Por Simón Ramone)


¿Por qué tomarse la molestia de escribir sobre Humberto Maturana? ¿Vale la pena? Actualmente, me siguen produciendo serios problemas mentales ese tipo de preguntas. Lo necesario, o “ lo que valga la pena”, todavía me tiene sin cuidado.

Tratando de seguir esta pésima introducción de la forma más digna posible, lo más a lugar es exponer quién es Humberto Maturana. De nuevo: ¿Quién es Humberto Maturana? (Lo que se leerá a continuación son los típicos datos aburridos, pero a pesar de lo tedioso, creo que algo de importancia tienen)

Humberto Maturana ingresa a este mundo en 1928. Su colegio, el responsable de entregarle esas primeras dosis de inquietudes, fue el Liceo Manuel de Salas. Egresa de él en 1947. Está claro. Por momentos, me confundo, pero Maturana es un científico. Siguiendo esta lógica ruta: Maturana entra en la carrera de Medicina de la Universidad de Chile. ¿Sigo con su carrera en el extranjero? Podría, pero esa obsesión con los datos sin ninguna importancia, por lo menos ahora, han llegado a su fin: fin.

Más que la vida de Maturana, me interesa las ideas que salen de la cabeza de Maturana. ¿Tiene algo importante que decirnos Maturana en este 2006?

Las luces que da Maturana son variadas. Lo primero, es su preocupación hacia la forma en que entendemos y procesamos lo que tenemos a nuestro alcance. Para él, siempre que nos enfrentamos a cualquier tema, y lo asumimos como un saber, tu capacidad reflexiva (y la mía) estará relegada a la inexistencia. Lo acorde, a esa sensación de duda, es sentir lo percibido, como un conocimiento.

Maturana se atreve, trata de cruzar ese cerco incuestionable que el mismo tuvo que asumir como verdades absolutas. Asegura que la objetividad debe estar entre paréntesis. Esto no se homologa con una negación de los objetos. Tampoco es subjetividad, aunque dice que no podemos tener una realidad fuera de uno mismo.

La inquietud de Maturana tiene que ver con una pregunta, por momentos obviada y asumida casi como una tierna estupidez: ¿Cómo se yo lo que digo que sé? La influencia de esa sensación de incertidumbre proviene de Nietzsche, sobre todo en Así hablaba Zaratustra (en “La metamorfosis del espíritu).

Pero está claro: Maturana sigue siendo un científico. Siente inclinación hacia la ciencia, que se sustenta en base a procedimientos empíricos, y no simpatiza tanto con la filosofía, ya que estaría basada en principios, esos que le incomodan tanto a Maturana, esos, que según él: impiden la reflexión.

La reflexión lo perseguirá durante toda su vida. Él, percibe que cualquier fórmula o teoría matemática, por ejemplo, tiene alguna justificación racional. “Todo constructo racional se funda en premisas racionales”. Muy bonito, pero...¿qué significa eso? Exacto: puede ser modificados. Por ejemplo, la Geometría Euclidiana, cuenta con un puñado de postulados, y en base a eso, paf, se construye.

Cualquier problema relacionado con la lógica, para Maturana no es problema: son simples trivialidades. Pero si nos adentramos en las premisas fundamentales, esas que duelen, la perspectiva de reflexión podría tomar magnitudes insospechadas.

Pero acá entra lo clave dentro de la reflexión maturanesca. Es cierto, somos seres racionales: usamos justificaciones racionales. Lo curioso, es que a pesar de esto: no dejamos ni por un segundo de ser seres emocionales. ¿Cómo? Eso mismo, somos seres emocionales, que en base a nuestros hermosos sentimientos: usamos la razón. Nuestra conducta – para Maturana- por más irrelevante que sea, estaría conducida por la emoción.

Esto no trata de demostrar que la reflexión filosófica es una mentira atrapada en la razón. Simplemente, existen preguntas, en determinados momentos históricos, que no se pueden tocar. Platón no podía reflexionar sobre los fundamentos. Era un prisionero de su época.

¿Y qué pasa con nosotrxs? ¿Cómo nos desenvolvemos en este entorno? ¿Qué pasa con nuestra cultura?

Para Maturana, la confianza es fundamental. ¿Confianza? ¿Qué quiere decir eso? Tiene mucho que ver con sentirse protegidx. Él asegura que nacemos en la confianza. Piensa en una guagua (o “bebé”, que suena raro). ¿Nace en la confianza? Eso mismo. No siente ninguna necesidad de apoderarse de nada. Se encuentra en una sana relación con el resto.

Repito, ¿y qué pasa con nosotrxs? Sí: perdimos la confianza. O sea, queremos control, queremos certidumbre. Tiene mucho que ver con el saber que tanto detesta Maturana. Es un control bruto, torpe, casi desesperado.

Si existe la confianza, estamos autorizados a equivocarnos, a cometer errores. En cambio, en una cultura patriarcal (viene de patriarca, ¿loco no?), comienzan a esbozarse pincelazos del bien y el mal: conceptos cada día más extraños.

Una pregunta necesaria: ¿Siempre fuimos una sociedad patriarcal? ¿Esta visión enfermiza de la familia, en dónde la mujer es pisoteada y humillada, es una organización cultural innata del ser humano? Para nada.

Maturana conoce un ejemplo que derriba esas concepciones de que “todo siempre ha sido así”. El Danubio, fue una cultura matriarcal. Tú me dirás: “ Puede ser, pero no deben haber tenido mayor relevancia”. ¿Qué pasa si te digo que duró más de cinco mil años? Interesante. No deja de ser más que interesante, mejor dicho, inspirador, que una cultura basada en la co-partición de roles, y no en la dominación y en la obediencia, haya tenido tal cantidad de años de duración.

Conviene ser más específico en qué es la cultura patriarcal. ¿Cómo surge?

Maturana insiste en la pérdida de confianza. Pero no es una confianza vacía, tiene que ver con la separación hacia el mundo natural. “Yo dejo de sentirme parte del entorno, entonces, tengo que controlarlo” – asegura-. Se produce un cambio psíquico. Para él, este es el verdadero origen de la propiedad privada.

¿Y cómo funciona esta naturaleza que ya no somos capaces de observar?

Está presente la vida. Se reproducen. Pero también existe la muerte. No se oponen, existen como un conjunto que es capaz de convivir, pero sin esa mentalidad de agresión. “Los leones son carnívoros, no depredadores – dice Maturana-. Si pensamos en cualquier “emprendedor” del siglo XXI, su cabecita funciona en base a la lucha y a la eufemística sana competencia. En cambio, el temible león, convive con tu entorno, a pesar de que exista un poco de sangre, en una dinámica armónica.

¿Qué nos pasó? ¿Qué somos, entonces?

Seguimos siendo mamíferos, al igual que el león. El gran problema, radica en nuestra forma de vida. “No somos agresivos, pero podemos vivir, sin mayores problemas, en una cultura que cae en la agresión – asegura-.

Otra dificultad, que enfrentamos tú y yo, es la invención de teorías que justifican la dominación. Para Maturana hay varias, para mí también (no tiene sentido nombrarlas). Esto sigue teniendo que ver con la pérdida de confianza. Esa pérdida de confianza, nos aleja de forma casi irreversible con nuestra inocencia. Qué tiene poco de estúpida.

La razón se apodera de ti, obligando a transformar todo en un constructo racional. Maturana corre riesgos, como buen intelectual. “Abren sus ojos y se ven desnudos (Adán y Eva, en La Biblia): es un acto de reflexión”-dice.

¿Pero que tenemos en las calles, en este mismo instante? El discurso del ser. Un discurso agobiante, tedioso. En donde la competencia, parece ser el único motor que debería mantenerte respirando.

¿Qué produce esta cultura? Una sociedad enferma. Es inevitable (Suma 1+1).

Maturana usa el ejemplo de la criminalidad juvenil. Esto no se relaciona con una pésima educación, o con valores confundidos, sino con la comprensión de la misma cultura que se promueve cada día en todos los rincones posibles. Ese arrebato de lo acogedor, ese panorama, en donde todo es lucha, agresión y apropiación (¿te suena, patriarcal?), terminan marginando a nuestros amigxs en barrotes, que tratan de ocultar fallas que nos siguen escupiendo en la cara.

¿Cómo se llega a esto? ¿ Se puede evitar?

Siempre es posible dar un paso atrás. Pero hay que conocer los mecanismos capaces de no conducirte hacia el suelo. El lenguaje es nuestra gran característica, capaz de convertirnos en humanos. Ahí es donde nos hacemos. Lo fundamental – para Maturana – es evitar esa sociedad patriarcal de control, en donde el papá (o papi, suena más cariñoso), es el padre (sin el “él”, suena más agresivo). Claro, porque tiene que proyectar la sensación de control de exigencia: de autoridad.

Ya, pero...¿Cómo nos salvamos?

Con palabras, pero más que con hilos de ideas vacías: con un profundo desapego hacia la cultura patriarcal. Si somos capaces – dice –de ser personas acogedoras, que respete los errores, y en donde el hombre y la mujer tenga el mismo grado de importancia, tenemos posibilidades de flotar en medio del caos preocupante.

Y aquí sale uno de los conceptos claves dentro de las ideas de Maturana: el amor. Si amo, el otro surge a través de mis ojos. No sirve de nada el conocer, que viene siendo un simple procedimiento operacional, en donde el temor invade mis ojos, ya que sólo estaría buscando resultados (algo bastante tonto si se piensa en el amor)

Aunque parezca raro: la mayoría de las ideas expuestas parecen más de un filósofo, que de un biólogo. ¿Dónde está, entonces, el gran aporte a la biología de Maturana? De la Autopoiesis.

Comenta, que dando clases en 1960, un alumno le preguntó: “¿Qué comienza cuando comenzaron los seres vivos? ¿Cómo se yo que un ser vivo es un ser vivo?

Maturana tenía algunas ideas. Él, asume una autonomía dentro de los seres vivos, que es gatillada por lo externo. “Todas las moléculas se componen ahí, constituyen una unidad”. La Autopoiesis sería “la condición fundamental de donde todo surge”. Pasa – dice- por las coherencias estructurales de la vida misma. “No es por azar, pasa”. Es interesante, ya que para él, si las condiciones existen, se perciben, son capaces de manifestarse, entonces: es imposible que el suceso no ocurra (piensa en cualquier cosa: tiene que pasar).

Es loco todo esto. Lo más interesante, es que Maturana sigue vivo. Haciendo un pequeño juego mental con mi cabecita, noto que jamás he visto a Humberto Maturana en la televisión abierta. ¿Será peligroso? Porque, a pesar de que muchos prefieran seguir ahogados en contenidos de plástico, de aburrido, Maturana tiene poco, muy poco.

Bibliografía:
- Humberto Maturana en "La Belleza de Pensar" (Diciembre de 1995)
- El Árbol del Conocimiento (1984, buen año)
- El Sentido de lo Humano (1991)

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