3/19/2006

¿Un momento, Jesús no existe?


(por Simón Ramone)


El Dios que no estuvo ahí (2005)
(The God Who Wasn’t There)


Nietzsche mató a Dios hace más de un siglo. Es cierto,”su muerte no es más que una metáfora que simboliza la decadencia de occidente y la nula comprensión ni interés en las ideas cristianas”. Puede ser. ¿Pero, y la figura de Jesús? ¿Qué pasaría si nunca hubiera formado parte de lo que se conoce como Historia? Brian Flemming, documentalista estadounidense, escarba en esta polémica interrogante.

Me preocupa la nula referencia a este documental en la llamada “biblioteca universal” de Internet. No porque el material audiovisual sea una joya (comienza con una fuerza demoledora, pero se diluye en un incomprensible viraje hacia “la infancia traumática” del cineasta), sino debido a lo (in)necesario de conocer una postura distinta a la supremacía incuestionable de la Biblia como material histórico.

Seamos francos: los referentes del cristianismo han sido especialistas en engañarnos (sí, a ti y a mí). ¿Engañarnos? Quizás no con mala intención. No puedo creer que la idea de que el sol giraba alrededor de la tierra haya sido una maquinación macabra de teólogos eruditos. ¿O sí?

El arrepentimiento de Galileo de su célebre teoría (la tierra gira alrededor del sol) me hace dudar por momentos.

Flemming plantea una idea interesante: la felicidad que acarrea la figura de Jesús. Basta ver los ojitos de los entrevistados en el filme, que descargan un brillo espontáneo, para confirmar este obviado planteamiento. Porque, es cierto: un cristiano es feliz. ¿O no?

Charles Manson, Pat Robertson (clérigo radical, sugirió bombardear el Departamento de Estado de EEUU), Dena Schlosser (le cortó los brazos a su hijo en ofrenda a Dios), todos cristianos devotos, me confunden un poquito.

El documental parte con la historia de Jesús, ¡contada en seis minutos! Herodes, pesebre, José, María, Ángel, etc. Insisto: todo en seis minutos. Para finalizar en la muerte de Jesús (ok, su resurrección). Pero (aquí la esencia de la problemática), ¿cómo se difunde el cristianismo después de la muerte de Jesús?

Flemming es incisivo. No le cabe en la cabeza un vacío de cuarenta años en la historia “después de Cristo”. ¿Vacío? Piensa en tus enseñanzas cristianas. Jesús muere a los 33 años, pero no hay rastros de su legado hasta después del año 70, en donde aparecen los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. (Se estima que los evangelios son posteriores al año 70 debido a la mención de Marcos sobre la destrucción del templo judío)

¿Qué pasa en ese vacío? ¿Existe algún vestigio?

Sí: El Apóstol Pablo (Saulo de Tarso).

Él afirma haber sido contactado por Jesús, mientras realizaba un viaje por Damasco. ¿Qué le dijo? Exacto, según la mitología cristiana, le habría ordenado que divulgara su palabra. La diferencia – según Flemming – a lo idílico de las ideas cristianas de la época de Cristo, es que Pablo le introduce un cierto matiz vengativo.

Pablo escribe mucho sobre Jesús (alrededor de ochenta mil palabras). Lo extraño, que pocos han notado, es que Saulo de Tarso no sabía que Jesús existía. Sin esa aparición mágica, jamás habría interiorizado esas ideas redentoras. No sabía ni de Herodes, ni de José, ni de María, ni de Poncio Pilatos, etc. Los únicos “datos”, que rescata Pablo, son los tres finales de la vida de Cristo: cruz, resurrección y ascensión. Lo curioso, es que Pablo nunca creyó que Jesús fuera ser humano. ¿Espeluznante? Puede ser, ya que Saulo de Tarso es el único vínculo en ese “vacío temporal” con la creación de los evangelios “clásicos”.

Flemming no entiende mucho lo que pasa con Jesús. ¿Vino, lo olvidaron y lo recordaron? No tiene sentido.

Hay que tener en cuenta ciertos datos (exacto) olvidados, que pueden aclarar un poco estas dudas.

Durante el primer siglo de la era cristiana estaba de moda la literatura alegórica, sobre todo en la década del setenta. Los evangelios (buena nueva), se insertan dentro de este período de las letras. Según Richard Carrier – historiador – “`Pablo no creyó que estaba escribiendo historia”. Los que creen que estaba escribiendo historia somos nosotros, dos mil años después. Alan Dundes, profesor de la Universidad de Berkeley trae a la memoria la existencia de otros evangelios: “los apócrifos”. Tanto y más interesantes que la Biblia, por cierto, enmarcándolos como material mítico y jamás científico o creíble.

Pero los teólogos cristianos no son tan ingenuos. Muchos notaron el peligro de incluir tanta fantasía en sus textos. Los jesuitas, por ejemplo, intentaron quitar los factores míticos, “chao metafísica”. “Hay que hacerlo más intelectual –decían. El problema – según Alan Dundes – es que “sin lo mítico, lo único que queda es una infinidad de bla,bla,bla”.

Por cierto, hay personajes históricos presentes en los evangelios de Jesús. Por mucho que puedan detestarlo, César Augusto sí parece ser un personaje real. Existía. El problema, es que Jesús parece ser un recluso de la historia. Toda su vida, da la impresión de ser un intento forzado de incluirlo dentro del curso lineal de la Historia. Lo que notan Carrier y Dundes, es que la historia de Jesús parece estar tomada de otros mitos, por cierto, eliminados de cualquier memoria humana.

Pero vamos a la Biblia. ¿Consejo Supremo Judío trabajando de noche? ¿Poncio Pilatos dejando libre a Barrabás? ¿Tiene eso algún sentido?

Vamos a esos datos que se esconden ¿Cómo se explica que otros judíos y judíos-cristianos creyeran que Jesús murió bajo el reinado de Alejandro? (sí, o sea “antes de Cristo”) ¿Cómo es posible que el evangelio de Pedro diga que Herodes mató a Jesús?

Flemming insiste: ¿Es posible tanta diversidad de opiniones? ¿Qué ocurre con la memoria? Es saludable realizar esta interrogante: ¿O , simplemente, Jesús fue insertado dentro de un tiempo histórico?

El director del film realiza un experimento: en su blog, pone una noticia indicando que es falsa. Lo curioso es que a las semanas se divulgó como una de las grandes brutalidades del último tiempo. Exacto: las historias empiezan como ficción, para transformarse en realidades (realidad, para los creyentes).

En la película se cita a un libro: “El Héroe” de Lord Raglen. Es este texto, se encuentran veintidós patrones que le dan a un ser la categoría de Héroe: Madre virgen, intentos de matarlo, no nos dicen de su infancia, reina tranquilamente por un tiempo, etc. En este ranking de lo heroico, Edipo logra los veintidós “puntos”, Teseo veinte, Rómulo diecisiete, entre otros. ¿Jesús? Diecinueve, ubicándose en la tercera ubicación.

Exacto, Jesús comparte características de otros seres mitológicos, que ni siquiera son conocidos por el común de los mortales. Osiris, Tamuz, Adonis, Mytra, poseen características similares a Jesús, ¿sería razonable adorarlos? No, porque son seres mitológicos. ¿Es razonable adorar a Jesús? Es cierto, Jesús es la excepción. No lo digo yo, sino los mismos creyentes entrevistados por Flemming (siguen brillando esos ojitos).

¿Se acuerdan de “La pasión de Cristo? La misma: sangre, más sangre, más sangre y dosis extremas de sufrimiento. El documental hace énfasis en esta apología al dolor.. No entiende el porqué de la aceptación de los cristianos a esta carnicería. Es cierto, los sacrificios sangrientos han existido durante toda la historia, incluso dentro de nuestros propios pueblos exterminados, ¿pero se justifica seguir venerándolos?

En EEUU, existe un 22% de la población que cree que Jesús volverá a la Tierra en menos de cincuenta años. Otro 22% cree que posiblemente volverá. Es hasta conmovedor, pero más allá de las lágrimas, ese 44% vota, y no vota precisamente por líderes sensatos.

Carrier – el historiador – dice que es imposible no creer en la Biblia como referente moral, político, ético. “Si pensamos como cualquier persona, ¿qué es lo que ve? Libros publicados en buenas editoriales, gente respetable divulgando el mensaje. Ellos no me van a estar engañando. De esta forma la mentira se repite una y otra vez, sin parar. Para finalizar – dice – “poca gente entendería que toda su ética cristiana está sacada de la Iliada y la Odisea, sería incomprensible”

El documental continúa, tomando una postura más intimista, en donde Brian Flemming encara al director del colegio católico de su infancia que tanto detesta. Nada nuevo: las típicas disculpas y el clásico recurso desesperado de la fe.

Para finalizar, recalco en la calidad del material. El filme contiene valiosísimos momentos y datos no muchas veces difundidos. A pesar de que al final pierde la fuerza inicial, vale la pena chequearlo.

Una cosa más. Siempre he pensado lo difícil que es marginarse de ideas absolutas. Pero siempre estamos dispuestos para hacer el intento, ¿o no?

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