7/22/2008

De repente a uno se le olvida que el punk es una de las corrientes culturales y musicales más influyentes e importantes de los últimos 30 años.

Toda esa pseudo moda indie, de bandas "independientes", "auténticas", que condensan una serie de epítetos vanguardistas, son una vulgar copia de propuestas de hace más de tres décadas, que fueron correctamente reinventadas en todo el mundo -occidental por cierto-, en donde Chile no quiso estar ausente de ese proceso. Bandas como Ocho Bolas, Fiskales Ad-hok o Supersordo le dieron contenido y localidad a algo tan lejano como el punk londinense.

Pero estas bandas post-2000 expelen oportunismo y poco corazón, en donde el garage es un elemento estético más de su propuesta y las letras no dicen nada que U.K Subs no haya dicho o que los primeros discos de BBS Paranoicos no hayan copiado bastante bien.

El engaño central de esas bandas es que no son capaces de hacerse cargo del tiempo que les tocó vivir. Continúan ahogándose en alcohol, sensación que no deja de ser placentera, detallando sus declaraciones de individualismo clamufadas de rebeldía blandita y, por sobre todo, continúan repitiendo lo que se ha dicho demasiado y que a veces de las bocas equivocadas cansa escucharlo. Y mucho.

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