9/27/2008

¿DÓNDE EN EL MUNDO ESTÁ OSAMA BIN LADEN?

Morgan Spurlock lo hizo de nuevo. Hace cinco años decidió adentrarse en las profundidades de Mcdonalds intoxicándose durante un mes comiendo sólo el menú de la casa del payaso Ronald, con su aclamado documental Super Size Me, el que incluso obligó a la multinacional a cambiar sus combos extragrandes.

Ahora, la cajita Feliz y los nuggets dejaron de ser su principal objetivo, la búsqueda por Medio Oriente de la personificación del mal en el siglo XXI, Osama Bin Laden, es la misión de su nueva aventura.

La cinta, titulada Where in the World is Osama Bin Laden, intenta establecer una curiosa sincronía entre el inminente nacimiento del primer hijo del documentalista y la búsqueda de la persona más temible del planeta.

Esto no es una simple divagación de Spurlock, sino una legítima preocupación. "¿A qué clase de mundo voy a traer a mi hijo?" -se pregunta-.

La película comienza con mucho humor, el que se va debilitando con el correr de los minutos. Lo que no constituye un defecto, sino una fortaleza: es difícil reírse cuando un tanque aparece de la nada al frente tuyo en Cisjordania.

26 años en el poder

Su travesía parte en Egipto. A través de conversaciones con ciudadanos de El Cairo comienza a percibir la generalizada odiosidad hacia la política exterior estadounidense. Situación que sorprende Spurlock, sobre todo porque Egipto es un aliado de EEUU en la "lucha contra el terrorismo".

Pero hay datos interesantes. como que Hosni Mubarak, uno de los amigos de Bush en Medio Oriente, lleva 26 años en el poder como presidente de Egipto. Un estudiante universitario le comenta que no hay democracia en Egipto, argumento que se confirma con la militarización de las elecciones, como la parlamentaria del 2005, en donde la oposición no pudo votar.

Pese a que Spurlock va con su discurso de estadounidense promedio, patriotero y sin mayor reflexión crítica, se ve superado ante los reiterados testimonios que repiten argumentos más o menos similares. Pobreza, segregación se convierten en palabras cotidianas en sus viajes por el Medio Oriente.

El caso del bario de Sidi Moumen en Marruecos es clarificador. De ahí provinieron todos los terroristas que participaron en los atentados de la ciudad de Casablanca del 16 de mayo de 2003. "Son parias en su propia sociedad" -señala Aboubakr Jamal, quien realiza trabajos sociales en sectores pobres marroquíes-.

En la práctica, estos jóvenes, no tienen voz económica ni poder político, palabras que sólo sobreviven en la retórica oficialista.

Nadia Yassine, propulsora de los derechos femeninos dentro del islamismo, señala en una notable intervención en el documental, que se necesita de forma urgente crear puentes extraoficiales entre la sociedades civiles de Occidente y Oriente. Ya que la situación actual, después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, -para la intelectual- legitimó la presencia de EEUU en Medio Oriente y fortaleció las politicas de seguridad en la mayoría los gobiernos occidentales. Lo que sugiere que ese puente no vendrá precisamente de la oficialidad.

Es un musulmán ridículo

También pasa por Palestina, en ciudades como Cisjordania o Ramallah. Al entrevistar a ciudadanos en las calles la mayoría le señalan que rechazan el "apoyo" de Bin Laden a la causa de independencia. "Podemos ciudarnos solos" -señala un molesto adolescente-. Un hombre de 40 años le afirma que en Ramallah odian a Bin Laden porque le gusta la sangre. "Es un musulmán ridículo" -sentencia-.

Spurlock además habla con Klalid Jaddu, alcalde de Bethlehem de Hamas. Este le señala que el problema con Israel no es religioso ni es una lucha contra Cccidente: es un problema netamente por territorio, de carácter político. "Sin el problema palestino no recibirían atención, su "ayuda" es estratégica" -señala-.

También habla con una judía pro asentamientos. Ella le comenta que establecer asentamientos a las afuera de las ciudades es estratégico, de esta forma consiguen controlar ciudades de manera más eficiente. Al preguntarle Spurklock si eso es ilegal, ella le contesta que sí, que "por ahora es ilegal".

El momento más tenso lo vive en Tel Aviv, cuando cientos de judíos fundamentalistas -la mayoría con gorrito y túnicas negras- lo rodean y comienzan a exigirle que se retire de sus tierras. Recibe desde bombitas de agua hasta empujones.

También pasa por Jordandia, en donde conversa con un pastor de la Iglesia Ortodoxa -Nahu Hadad- quien le señala que el problema no son las religiones, sino como estas son utilizadas por determinados grupos radicales como una máscara para ocultar la crueldad de sus acciones.

El punto de inflexión ocurre en Arabia Saudita. Pocas veces se menciona que el país está dominado por una especie de monarquía hereditaria -goberanada por dinastía de los Al-Saud- , que no hay libertad de prensa, ni de asociación, de que incluso, por ridículo que parezca, las revistas de moda son censuradas -desde los pecaminosos hombros hasta las sensuales rodillas de las modelos. Incluso, las ejecuciones públicas son realizadas en una plaza donde los niños suelen jugar fútbol durante el día. Spurlock aprecia con horror las manchas de sangre presentes en el piso.

El motivo de estas, a simple vista, incomprensibles brutalidades, es que el país está dominado por la facción más radical del islam: el wahhabismo. Esto no es una exageración: no hay diferencias entre la Iglesia y el Estado, las niñas y niñas son separadxs desde los 10 años -incluso hay ascensores para cada uno-, las mujeres casadas no pueden mostrar su rostro, entre otras prácticas retrógradas.

Hay momentos notables acá, como su conversación con el Jeque Abdullah Ahmad Badawi, quien llama a que los cristianos sean asesinados con mucho dolor en sus misas. Pese a su cara de loco y su interpretación extremista del Corán, señala argumentos interesantes, que descolocan a Spurlock, como la supuesta bondad de EEUU al invadir Afgansitán. "¿Fueron con una ambulancia o con un tanque?" -pronuncia irónico-.

En síntesis: no encuentra a Bin Laden. Incluso, pasa a ser una preocupación secundaria en su travesía. Esto, ya que las condiciones que crearon su mito, como la pobreza, la exclusión política y la legitimación de Occidente de regímenes que nada tienen de democráticos -como Egipto y Arabia Saudita- siguen vigentes y sin ningún tipo de preocupación ni de indignación por la mayoría de las sociedad que apoyan las directrices de "la guerra contra el terrorismo".

Lo bueno del documental, pese a su ingenuidad y sus prejuicios hacia el islamismo de Spurlock, es que al conversar con ciudadanos comunes y al interiorizarse de los problemas que presenta cada país,genuinamente logra conmoverse y entender el dolor y la indefensión de la mayoria de los ciudadanos de Medio Oriente, quienes son presentados por los medios de comunicación de EE.UU -tal como señala el cineasta- como simples fanáticos que odian irracionalmente a su amado país.

Bien por Spurlock, que pese a la aparente liviandad del filme, logra construir un relato por momentos conmovedor y con elementos novedodos y actuales, que permiten formarse un juicio más equilibrado sobre las verdaderas motivaciones y causas de estos tiempos plagados de terrorismo y de cruzados que buscan exterminarlos.

Mal eso sí por las distribuidoras nacionales, que ni siquiera divagan sobre una posible distribución del documental en salas locales.

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