8/15/2008

C.J RAMONE PASÓ POR CHILE (COBERTURA DEL SHOW EN LA ROCKOLA)

Los Ramones son los mejores. Cualquiera que lo discuta, refute o trate matizarlo es porque no entiende nada de lo que era y pretende ser el punk-rock, después de 31 años de su explosión londinense.

Es cierto que The Stooges dieron los primeros indicios de una nueva forma de concebir el rock y que los acordes de MC5 y la psicodelia de Velvet Underground demostraban que algo nuevo estaba naciendo. Pero la banda que supo condensar todas esas nuevas expresiones musicales , que rechazó el rock erudito y de elite, fue justamente The Ramones, con su esencial disco debut de 1974.

La leyenda renace una vez más

A 34 años del lanzamiento de ese mítico disco homónimo, el último bajista de The Ramones, Christopher John Ward -alias C.J Ramone- nos visitó por tercera vez, después de ese masivo concierto en el Velódromo del Estadio Nacional en 1992 y para la gira del Acid Eaters de 1994 en el Teatro Monumental.

“Desde 1994 que no nos veíamos. Es bueno estar de nuevo con ustedes, amigos” -pronunciaba un emocionado C.J, quien vibraba y se reía cada vez que el público pedía canciones de Bad Chopper y se destrozaba mutuamente cuando interpretaba canciones de The Ramones-.

La excusa para tener a C.J nuevamente en Santiago es el reciente lanzamiento del disco homónimo de su nuevo proyecto musical, Bad Chopper, que comparte junto a Brian Constanza en guitarra y John Evicci en batería. El disco está compuesto de 12 canciones de puro rock and roll de garage, muy ramonero.

La previa

La jornada comenzó con la proyección de un documental sobre los Ramones a cargo de Rockaway Records. El material es notable en cuanto a imágenes y contenido. Por ejemplo, se puede ver a un viejo pero apasionado Tommy Ramone interpretando We're a Happy Family en el cumpleaños número 56 del fallecido Joey Ramone.

También se aprecia ver a Arturo Vega, director artístico de Ramones -autor del mítico logo del águila y el bate de béisbol-, comandando el recorrido por lugares emblemáticos de la banda, mostrando el estado actual del CBGB -convertido en tienda de ropa- o el lugar donde se filmó el video Pet Sematary y donde se tomó la fotografía al primer disco de 1974.

Sin embargo, el material, a diferencia de otros documentales notables, como End of The Century, falla en su edición y ritmo, haciéndolo excesivamente lento, además de ejecutar un pésimo uso de la cámara, desaprovechando grandes momentos, como el recorrido del departamento de Joey comandado por su hermano Mickey Leigh.

Después del término del material audiovisual, que anunciaba la presencia de C.J en el escenario y la próxima visita de Marky a Latinoamérica en el mes de octubre, fue el turno de la banda chilena Partes Culpables, quienes fueron los encargados de darle en vamos a los primeros acordes de la jornada.

Pese a que inicialmente los catalogué de ramoneros a los Expulsados, verlos en vivo es una situación totalmente contraria a esa primera apreciación. Se asemejan mucho más a lo que hacen los uruguayos de Trotsky Vergarán, los Bastardoss o los primeros discos de Attaque 77. Buenas letras, que abordan desde vómitos existencialistas hasta críticas sociales un tanto reiterativas pero certeras, acompañadas por una correcta ejecución en vivo.

Además, se dieron el gustito de interpretar dos canciones poco conocidas de "la banda que los inspiró a tocar", como Mental Hell y Bop Till Your Drop.

Fiel a su historia

Ya eran pasadas las nueve y Partes Culpables abandonó el escenario. Mientras esperaba a Bad Chopper, miraba con estupor y algo de tristeza la poca concurrencia de público, que no superaba los 200 asistentes. Es extrañísimo como todos se declaran admiradores de Ramones, luciendo orgullosas poleras de la banda, pero a la hora de asistir a conciertos que revivan ese legado, toda esa fanaticada oportunista brilla por su ausencia.

Pasado las 9:30: C.J Ramone sube al escenario. "Vamos a tocar canciones de mi nuevo disco con Bad Chopper y algunos temas de los Ramones" -pronunciaba C.J- mientras el público respondía con efusivos gritos y puños en alto.

A diferencia de las visitas de Marky, en donde el repertorio es más conocido, similar a las versiones que realizaba Ramones en sus conciertos, CJ optó por ser fiel a su historia e interpretar canciones que él tocaba en vivo y en las que participó directamente en la composición y/o en la voz.

También se tomó la libertad de homenajear a su ídolo Dee Dee Ramone, interpretando algunas canciones que Ramones jamás tocó en los escenarios y que fueron firmadas por el inigualable Douglas Colvin. "Todo el respeto para él" -señaló antes de interpretar Main Man-.

Canciones como Wart Hog, I got a lot to say, el eufórico My Back Pages, la celebrada Scattergun , o las pogueadas con rabia y alegría Endless Vacation, The Crusher o la notable e inesperada Punishment Fits The Crime del poco recordado Brain Drain, fueron algunas de las canciones ramoneras que pudieron escuchar los escasos pero aguerridos asistentes que destrozaban sus gargantas en cada una de las canciones.

Lo que rescato de C.J es que supo matizar de buena forma las canciones de Bad Chopper con sus temas ramoneros, lo que jamás aburrió al público y generó una comunicación única con la audiencia, quienes hasta adivinaban el orden de las canciones -viva el internet-, como el eufórico integrante de Subradical, quien le decía a C.J que tocara I Got I Lot To Say. "¿Cómo mierda saben el orden de las canciones?" -preguntaba un extrañado C.J, alegre ante la buena recepción y el respeto de la gente-.

"1965"

Ocurrieron varios momentos memorables, como el exaltado ramonero que se subió al escenario. Todos pensábamos que planeaba cantar y/o acariciar a C.J en alguno de sus brazos, pero decidió entregarle su gorro de lana, que fue recibido por el bajista y usado durante todo el concierto.

También un asistente, que gritaba a cada instante "1965" fue invitado a cantar junto a Bad Chopper la décima canción del disco homónimo. "El weón penoso" -señaló un risueño asistente quien se divertía al ver los problemas que tuvo el emocionado fan para subir al excesivamente alto escenario de la Rockola. Bien por él.

Para finalizar, la infaltable Strength To Endure y el gritado y pogueado cover de Motorhead R.A.M.O.N.E.S, que simboliza todo el espíritu de la banda.

Faltaron las fotos, pero muchas veces su engañosa intención de eternizar momentos memorables no serían capaces de describir todo lo que pasó esa noche de 14 de agosto, con un emocionado C.J al recibir los gritos de admiración, con lo eufóricos que estábamos todos los asistentes al escuchar canciones de Ramones que pensábamos postergadas a nuestros gastados cassetes y discos visiblemente rallados, fueron elementos esenciales de una noche mágica, irrepetible, que quedará en la memoria de todas y todos los ramoneros de corazón que estuvieron presentes en esa fría pero a la vez cálida noche santiaguina.

Además, el concierto contó con un excelente sonido -a diferencia de Misfits en mayo pasado-, que estuvo a la altura de la jornada.

Ni siquiera se extraño Judy is a Punk u otros himnos emblemáticos, porque todos los que estábamos ahí sabemos que los Ramones tienen 14 discos en estudio, siendo cada una de esas canciones una experiencia particular en si misma.

Pese a la hora de duración de Bad Chopper, era inevitable salir de la Rockola con una sonrisa, ya que tuvimos el privilegio de presenciar una lluvia de canciones, las que inevitablemente: tocan las fibras más sensibles de todas y todos los ramoneros que estuvimos presentes.

Porque los pinheads, con sus acordes acelerados, transitan por todos los rincones de la existencia humana: la depresión, el optimismo, el orgullo, el cansancio, la esperanza y el amor, todo esto matizado con un inigualable sentido del humor, que sólo los ramoneros somos capaces de percibir.

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