De repente uno se traga el discurso optimista e idealizado de la globalización. Ese que argumenta que la libertad de exportar e importar está bien -pese a lo desigual de las condiciones-, de que los préstamos a países en desarrollo tienen intenciones casi filantrópicas y que todas esas políticas producirán algún beneficio hacia los estados que las ejecutan.
Pero al ver el documental Life and Debt -Vida y Deuda-, realizado por Stephanie Black y narrado por la emblemática Jamaica Kincaid, todas esas idealizaciones pasan a formar parte de una bella utopía lejana.
Pero al ver el documental Life and Debt -Vida y Deuda-, realizado por Stephanie Black y narrado por la emblemática Jamaica Kincaid, todas esas idealizaciones pasan a formar parte de una bella utopía lejana.
"Alianza estratégica"
Lo expuesto por el documental es dramático. Lejano a la caricatura vía rastafaris a lo Bob Marley -despolitizados por cierto- Jamaica ha estado obligada a pagar una cuantiosa deuda externa, heredada de su propio colonizador -Inglaterra-, quién "independizó" al país en 1962. El problema, que viene a ser una constante de los países en vías de desarrollo, fue que para "consolidar" su joven democracia, el país tuvo que recurrir a los préstamos de los siempre dispuestos Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las consecuencias son conocidas: políticas restrictivas en lo económico, reducción del gasto fiscal y la prohibición de subsidiar sectores estratégicos de la economía, que puedan competir con productos estadounidenses importados.
Por ejemplo, la agricultura, que es el área más fuerte de la economía jamaiquina, se ve imposibilitada de competir con los productos subsidiados de EE.UU. Esto, ya que sus costos, al no ser apoyados por el Estado -que a juicio del FMI "distorsionaría" las reglas de la libre competencia- son ostensiblemente mayores que sus directos competidores.
Sin embargo, los estadounidenses no son tan malvados. Viendo esta destrucción de un sector importante de la economía caribeña, deciden realizar una “alianza estratégica” entre ambas industrias, comprometiéndose a vender semillas de diferentes frutas y verduras a un precio razonable. Notable.
Pese a estas buenas intenciones, plantar esas semillas sigue siendo mucho más caro que en EE.UU, ya que el costo de producción es elevadísimo. Y no sólo por la ausencia de subsidios , sino por técnicas de producción poco sofisticadas. Esto significa que mientras en Europa y en EE.UU se cultiva con tractores y modernas maquinarias: en Jamaica se realiza el mismo proceso con machetes y filosos cuchillos.
Disculpen, era para Haití
Lo peor es que ni siquiera lo que se importa es de calidad. Dentro del documental, se expone el caso de una curiosa importación de unos pollos desde EE.UU. Unos especialistas jamaiquinos los estudian y se dan cuenta que estos tenían mas de 28 años. Lo estúpido es que en vez de disculparse, los productores piden que se los devuelvan, “porque el envío constituyó un error voluntario: los pollos eran para Haití".
Otra industria muy afectada con esas condiciones para el préstamo estimulador fue la lechera jamaiquina, que es incapaz de cubrir la demanda interna de su país ,ya que no puede competir con la leche en polvo importada estadounidense, que no paga impuestos y es mucho más barata de producir. Es dramático ver la cara de los productores locales, quienes deben votar litros y litros del producto diariamente.
Mcdonalds a la carga
Uno de los grandes beneficiados con esta decadencia de la industria lechera ha sido McDonalds. La multinacional de comida rápida decide entrar a Jamaica en 1995, con el objetivo de estimular la economía del páís. En un principio, existieron muchas reticencias a que la empresa del payaso Ronald entrara al país, ya que existía un Mcdonalds autóctono operando desde 1962, con comida tradicional y lejana a los combos estandarizados.
Mcdonalds, en su defensa, prometió miles de empleos y una alianza estratégica con empresas locales de alimentos. Sin embargo, esto nunca se cumplió ya que casi todo lo que la multinacional utiliza lo importa, excepto algunas carnes que provienen de las vacas jamaiquinas, antes destinadas para el consumo de leche y ahora resignadas a transformarse en hamburguesas.
Hay otros ejemplos aberrantes de este espejismo igualitario que muchas veces se argumenta sobre el actual libre mercado planetario, como la curiosa protesta estadounidense que realiza a la OMC por las “preferencias” que reciben ex colonias europeas al estar exentas de impuestos al exportar plátanos en la UE.
Turismo: excelente negocio
Como es imposible producir frutas, verduras, leche, en Jamaica se genera una inédita explosión de mercados no tradicionales, como la venta de ataúdes, y de guardias de seguridad, mercados en auge por el auge de saqueos en Kingston.
El turismo también es un excelente negocio. La documentalista utiliza justamente esta arista de la economía jamaiquina como hilo conductor de su trabajo, exponiendo como la entrada del turismo en Jamaica y la hipocresía que conlleva la venta de un país idealizado, como un espacio de opulencia y paradisiacas playas, contrasta radicalmente con la actual condición de pobreza y miseria que vive la mayoría del país.
“Algunos países exportan plátanos, papas, en cambio, cuando nos preguntas sobre nuestros productos, les decimos que exportamos especies” -señala un resignado jamaiquino-.
Además, de la misma forma que ocurre en países como Vietnam o China, en Jamaica se crearon Zonas Libres, no sometidas a la soberanía del gobierno central, en donde empresas multinacionales como Nike o Tommy Hilfiger pueden operar libres de impuestos, pagando salarios bajos y negando la posibilidad de sindicalizarse a los trabajadores.
Al igual que en otras áreas de la economía, todo lo que producen es extranjero, ni siquiera el hilo para coser o las agujas son jamaiquinas.
Más que odas a Jah
Un documental crudo pero muy actual, que cuenta con entrevistas notables, como la realizada al presidente del FMI de la época Stanley Fischer o al ex presidente jamaiquino Michael Manley, quien fue literalmente chantajeado por el FMI al firmar las condiciones crediticias.
Si quieres alejarte de la caricatura buena onda que consume el imaginario de Jamaica, apreciar que el reggae es más que odas a Jah o tiernas canciones amorosas y disponer de sólidos argumentos para criticar la actual implementación de las políticas neo-liberales, debes ver Life and Debt.
Además, así se contextualiza un poco la ola de saqueos que ha ocurrido en Jamaica en los últimos años, que por este lado del planeta no supera el lastimoso análisis de la violencia tercermundista.